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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

Una oscura iluminación

En el concierto de Año Nuevo del Principal le transmito a Belín de Lassaletta mis mejores deseos. Cada vez que me la encuentro, la veo mejor. En esta ocasión se mostraba invadida por una amplia sonrisa. Al contemplarla no puedo evitar mascullar para mis adentros: estará pensando que han logrado convertir a Pepe en la referencia sensata del municipalismo de las cuatro últimas décadas hacia las que nos dirigimos. Que están consiguiendo entronizarlo. Repasen, echen cuentas, hagan cálculos. Vamoraver. Con todos sus defectos y limitaciones hay algo en lo que creo que el consenso puede que sea de los que hacen época: Lassa quiso a Alicante con locura y, al sillón de alcaldía, no digamos. Tanto ansia podía parecernos un exceso en aquel momento y, sin embargo, ¿no es lógico que sea lo primero, lo sustancial para proponerse desde ese sentimiento mejorar lo que hay? Miren ahora con perspectiva a los que han venido detrás. ¿La han querido o se han querido? No es necesario más que adentrarse por el centro en estos días de fiesta para martillearse la sesera. Pero si encima te topas con Belín... Veintiocho años atrás tuve la gran fortuna de descender la Rambla en un coche antiguo encarnando a Baltasar. Comparado con el aspecto que el paseo presenta hoy, la principales arterias eran Broadway. Los puestos artesanos que pueblan Soto y Gadea en la penumbra parecen dispuestos, más que para probarse bisutería, para ser atracados sin miramiento. Las condiciones en las que Alicante celebra la Navidad constituyen el mejor reflejo de la legislatura. Le endosarán a los anteriores que no quede ni para bombillas, pero la oscuridad en la que nos movemos es por la que se inclina el alcalde ?al que por el papel desplegado cuesta llamarlo así? para no tener que vérselas con nadie: ni con los vecinos, menuda molestia; ni con los que ha ido de la mano dándose de leches con la otra; ni con los del partido, que si estaba mal, lo dejará visto para sentencia, nunca mejor dicho. Y qué más le da.

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