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Puertas al campo

Menudo añito

Pintan bastos y no solo en el fútbol, ya de por sí cargadito. Sin irse muy lejos, nadie sabe qué consecuencias tendrá lo de Cataluña, en particular en el conjunto de la economía y en la política propia y ajena, ni qué derroteros recorrerá esa serie de egos llamada el Botánic ni, cómo no, qué pasará en numerosos ayuntamientos desde Madrid/Barcelona al de Alicante. Subiendo el registro, es difícil saber qué sucederá con la Unión Europea. No es solo por ese «Brexit» de complicada negociación que, encima, podría ser rechazada por su propio Parlamento. También es cosa de sus miembros: Hungría y Polonia, antes que nadie, cada vez más euroescépticos y ultraderechistas, pero también Austria con su nuevo gobierno muy conservador y algo xenófobo o los crecientes euroescépticos en Alemania, Francia e Italia (donde la Lega Nord va a concurrir a las elecciones generales, como sucedió aquí con la Operación Roca, como Lega sin más, es decir, en todo el país y ya no solo en la independentista Padania) y hasta tenemos el cambiante europeísmo de honorable Puigdemont ?y no es el único en esta sarta de contradicciones- como guinda del pastel. Pero hay más incertidumbres: las que puede provocar ese «periforme con calzas» (la descripción no es mía) y con acceso al botón nuclear más importante del mundo o ese «gordo bajito» (tampoco es mío el calificativo) con el que anda peleado, amén de los conflictos en Palestina-Israel, Siria o Yemen o la posible escalada India-Paquistán que es la que peores efectos tendría al ser ambos potencias nucleares. Y no es que la situación económica del Japón o de la China permita hacer predicciones halagüeñas. Para completarlo, incluyendo el terrorismo, tenemos la probabilidad de desastres relacionados con el clima (sequías, inundaciones, huracanes), sean o no resultado del cambio climático, cosa que, a estas alturas, tanto da, visto lo que (no) se hace para enfrentarse a tal eventualidad. Todo parece darle la razón a Murphy cuando decía que «si una situación puede empeorar, empeorará necesariamente». Encima, hay quien dice que la «ley de Murphy» es demasiado optimista. Sin embargo, hay alternativas a la incertidumbre y el pesimismo. Enumero algunas.

1. Negación. Es el más sencillo. Miramos hacia otro lado y no nos dejamos preocupar por estos penosos asuntos ya que, para nosotros, no existen. No hay tal lista de incertidumbres. No me afectan. En todo caso, hay cosas más importantes en que pensar.

2. Represión. Es algo más fuerte. Es rechazar de plano cualquier consideración al respecto ya que sería demasiado dolorosa o, por lo menos, incómoda. «No me venga con jeremiadas y déjeme en paz disfrutando de mi cervecita».

3. Desplazamiento. Estos problemas nos preocupan, cierto, pero los situamos en lugares lejanos a los nuestros de forma que no nos afecten o encontramos un chivo expiatorio culpable de los mismos sobre el que descargar nuestros miedos (puede ser totalmente inventado) o introducimos otros asuntos más manejables y hasta placenteros.

4. Sublimación. Vale, sí, son reales, pero son «exageraciones de pesimistas» que disfrutan haciendo catastrofismo que no sirve para nada ni soluciona nada. Son «retos» que facilitan una mejor gestión de los problemas colectivos.

5. Proyección. Se trata de no reconocer, en ningún momento, el papel, por lo general mínimo, que el individuo juega en esos problemas. Son cosas que suceden «fuera» y si nada tenemos que ver en su creación, sería de tontos preocuparse por sus efectos.

6. Racionalización. Nada de aceptar razonamientos sobre el asunto ni, mucho menos, sentimientos. Se trata, más bien, de encontrar otras explicaciones racionales que sean más aceptables para el individuo y que aparten de la visión de las consecuencias catastróficas (confieso que es mi favorito).

7. Formación reactiva. Se sustituyen esas consideraciones negativas por otras que resulten placenteras. Con lo bonito que es ver jugar a mis nietas?

Los psicoanalistas ya se han dado cuenta: se trata de una versión muy personal y poco ortodoxa de los conocidos mecanismos de defensa con que los humanos gestionamos nuestros problemas. Hay más, pero me quedo en estos.

En general, es más placentero centrarse en las cosas positivas (que, como las meigas, haberlas, haylas) que perder el tiempo dándose cuenta de la mala gestión que nuestros representantes han mostrado hasta llevar al mundo a esta situación. No es, dicen y es probable que sea cierto, la peor que ha sufrido el mundo, pero sí es la que nos ha tocado y la que dejaremos a los que vengan detrás. Como mínimo, algo hemos tenido que ver.

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