Trino González de Quijano llegó a Alicante como nuevo gobernador civil el 22 de agosto de 1854, cuando la ciudad llevaba una semana padeciendo oficialmente una epidemia de cólera morbo.

La semana pasada conocimos la actividad de Quijano durante sus primeros días de estancia en Alicante, a través de varios extractos del diario de Juana Bellón Laviña, esposa del que entonces era alcalde de la ciudad, Manuel Carreras Amérigo, con los que continuamos ahora:

24 de agosto, jueves

Hoy he visto a don Trino en casa de Bartolomé y Manuela, adonde he ido esta mañana para asistirles. El matrimonio y Paquita están infestados. Paquita está muy grave. La llevaron de su casa en el arrabal Roig a la de su hija hace una semana, para cuidarla, pero también acabaron invadidos Manuela y Bartolomé. Por ahora se salva Pepito, gracias a Dios.

Manolo dice que el gobernador ha enviado esta mañana dos cartas al obispo, lamentando en una que muchos sacerdotes hayan huido de la ciudad, desatendiendo así los auxilios espirituales que reclaman los moribundos, y pidiendo a su Ilustrísima en la otra que venga a Alicante, para acompañarle en sus visitas diarias a los hospitales, asilos y domicilios de los enfermos más graves o solitarios. También ha dictado otro bando ordenando que se abran todos los cafés y que los farmacéuticos faciliten cuantas medicinas posean, y que las familias pobres de solemnidad reciban un socorro diario de 2 o 3 reales mientras dure la epidemia, que solo ayer causó 120 muertes.

El séquito que ha acompañado al gobernador hoy en su gira de visitas estaba compuesto por cinco hombres, entre los que estaban don Felipe Fernández, cura párroco de Santa María, y el practicante cirujano Manuel Gozalves. No han descansado para comer y por la tarde visitaron varias casas de la Villavieja.

Eran las siete y media cuando llegaron a casa de Bartolomé, que estaba sentado en una butaca, tan débil que no pudo incorporarse para saludar a los visitantes. Quijano le preguntó si contaban con medicamentos, pero fui yo quien le respondí que tenían cuantos pueden encontrarse en las boticas. Entonces fuimos presentados por don Felipe. Don Trino es alto y delgado, algo encorvado, de mirada lánguida y serena, sonrisa franca y voz agradable. Yo tenía a Pepito, el único habitante sano de la casa, pegado a mi falda. Le dije al gobernador que temíamos por la vida de la abuela, a quien don Felipe había administrado la Extremaunción esta misma mañana, y vi cómo sus ojos se entristecían, al tiempo que pedía a Gozalves que reconociera a Paquita. Pidió permiso entonces para entrar en el dormitorio del matrimonio, donde Manuela estaba acostada pero despierta. Sus labios temblorosos le permitían hablar, pero se la notaba presa de la fiebre, con la cara y el pelo empapados de sudor. El gobernador se acercó a Manuela y, mientras le cogía una mano con suavidad, le preguntó cómo se encontraba. Ella le contestó que estaba preocupada por su madre, que estaba muy malita, y Quijano fue hasta el otro dormitorio, para ver a Paquita. Más tarde, antes de irme, Manuela me preguntó si me había dado cuenta de la fragancia tan maravillosa que desprendía el gobernador. La verdad es que yo no había percibido ningún olor especial, pero ella insistió en que olía a santidad.

Antes de entrar donde estaba postrada Paquita, Gozalves le dijo a Quijano que estaba agonizando. Hacía mucho calor en el cuarto donde se hallaba la abuela, pese a estar la ventana abierta de par en par, pero por fortuna hacía poco que yo lo había aseado, por lo que no había ni rastro de los frecuentes vómitos y la abundante colitis. El lecho estaba limpio y la palangana vacía. Reconoció el gobernador que nada parecía poder hacerse por ella, más que rezar por su alma, y yo asentí, diciendo que lo único que pedía al Señor era poder evitar que su hija y su yerno sucumbieran. Entonces él me recomendó que les diera friegas. Pruebe a darle fricciones con ayuda de un cepillo, me dijo. Yo lo he hecho con algunos dolientes. He frotado sus extremidades y también he friccionado la columna vertebral de más de uno, y en verdad que parece reanimarles, aliviarles. Yo mismo lo haría si no tuvieran a nadie que les cuidara. Pero, estando usted, puedo continuar mi gira sin entretenerme más aquí, pues hay mucha gente sola y desvalida, familias enteras invadidas, a las que deseo visitar cuanto antes, y sin embargo salgo tranquilo de aquí sabiendo que se queda usted, un verdadero ángel custodio, me dijo. Dios le bendiga.

( Bartolomé Arques Reus era hijo de Bartolomé Arques Garrica, liberal alicantino muerto heroicamente en 1826. Estaba casado con la cigarrera Manuela Fillol, hija de Francisca Jiménez, cigarrera también. Tenían un hijo, José, nacido en 1845. Vivían en la calle San José).

25 de agosto, viernes

Paquita falleció al amanecer. Me encargué de avisar a uno de los carreteros que recorren las calles recogiendo cadáveres, para que se la llevaran al cementerio, donde fue enterrada enseguida. Le di friegas a Manuela, tal como me indicó don Trino, por brazos, piernas y espalda con un cepillo empapado en alcohol. Bartolomé reaccionó muy bien a las fricciones que le dio Manolet.

Durante la cena, Manolo me ha dicho que está preocupado porque toco a los enfermos, aunque sean tan queridos como Bartolomé y Manuela. Cree que el cólera es contagioso, a pesar de lo que dice Quijano. Le he dicho que he de tocarlos forzosamente. ¿Cómo cuidarlos, si no? Además, si fuera tan contagioso, el propio gobernador estaría ya infestado.

Esta mañana ha publicado Quijano otro bando, suprimiendo el impuesto de puertas para los alimentos y rebajar así los precios.

( Manolet era el segundo hijo de Juana y Manuel Carreras).

26 de agosto, sábado

Don Trino ha continuado hoy con sus visitas a los enfermos. Dicen que ha repartido varios cientos de reales y que lleva ya distribuidos 8.000 de sus propios haberes.

30 de agosto, miércoles

Llevamos ocho días con más de cien muertos diarios a causa de la epidemia, siendo varios miembros de una misma familia los que han fallecido casi a la vez.

1 de septiembre, viernes

Esta mañana ha llegado el obispo. Le ha dado 10.000 reales al gobernador, para que disponga de ellos como mejor lo considere. Dice que viene dispuesto a ayudar como un cura más.

Sigue la terrible mortandad, pero los facultativos le han dicho a Manolo que el número de invasiones parece haber disminuido. Don Trino continúa por las tardes con sus visitas a enfermos en casas particulares, sin deudos ni amigos que los cuiden. Le han visto sacar personalmente los cadáveres de los lechos en que yacen abandonados, para que sean recogidos por los carreteros. Su séquito es cada vez más reducido, pues muchos de los que solían acompañarle han sido invadidos.

4 de septiembre, lunes

Hoy ha visitado el gobernador a varios enfermos en San Juan y Benimagrell.

6 de septiembre, miércoles

Esta mañana, Juan Vila le ha contado a Manolo que el gobernador ha enviado al ministro una carta pidiéndole que, en prevención de su muerte, nombre a su sustituto, para que se una a él cuanto antes y, en caso necesario, le releve sin pérdida de tiempo. Parece que Quijano piensa ahora que el cólera sí puede ser contagioso. Esta tarde ha ido a Alcoy, adonde ha llegado la epidemia.

12 de septiembre, martes

Gracias a Dios son cada vez menos los entierros y los invadidos. El gobernador sigue con sus visitas. Esta mañana ha visitado a su Ilustrísima, que está siendo atendida por Ildefonso Bergez, y que parece se está restableciendo.

13 de septiembre, miércoles

Anoche, mucha gente aclamó a don Trino por las calles, al reconocerle en su carruaje, de regreso de Monforte. Le vitorearon llamándole ángel de salvación. Hoy ha corrido el rumor de que está enfermo, pero dice Manolo que sigue activo.

14 de septiembre, jueves

Don Trino está grave. Lleva todo el día encamado y atendido por varios facultativos.

15 de septiembre, viernes

Don Trino ha fallecido esta madrugada, después de que le administrasen el Santo Viático. Descanse en paz. A buen seguro, Dios lo tendrá en su gloria. Esta mañana, Manolo le ha comunicado la defunción al gobernador militar, Eugenio Barrejón, que se ha hecho cargo interinamente del Gobierno Civil.

16 de septiembre, sábado

Todo Alicante llora la muerte de Quijano, pese a que solo ha estado con nosotros 25 días. Pero su bondad le ha hecho muy querido. Esta mañana, Unión Liberal ha dado noticia de su fallecimiento llamándole ángel de la salvación.

24 de septiembre, domingo

Esta mañana se ha celebrado en San Nicolás un Te Deum en acción de gracias por el fin de la epidemia, cuyo final fue declarado oficialmente ayer por Manolo.

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