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Francisco Esquivel

Señales de vida

Coincidiendo con el setenta y cinco aniversario de la muerte del poeta, el Congreso Internacional Miguel Hernández levanta el telón y esta es la hora en la que ningún miembro del Gobierno de España ha atendido la invitación del alcalde de Orihuela para sumarse al tributo. El hombre se ha hartado de mandar cartas: a la vice, al preboste de Cultura, al galán de Turismo y Energía e, incluso, a la titular de Defensa con motivo del acto de una jura de bandera, que ya es buscar enganche. Pero nada. Ni ellos ni el presidente, que también ha recibido el reclamo, ni ningún otro ministro ni secretarios ni subsecretario alguno se ha dejado convencer para formar parte de este acercamiento. Y eso que los textos no iban en verso, porque con la poesía que se lee...

Amantes hernandianos pondrán, no obstante, énfasis en la dimensión universal y actualísima de una criatura a la que, dado el origen, coetáneos de su cuerda miraban por encima del hombro y que hoy han quedado sin embargo a unas cuantas yardas de distancia de la ventolera que levanta el rayo que no cesa allá por donde se cruza. Aunque se revolvió y nunca quedó quieto, aunque se comprometió con aquello que quería comprometerse, su vida y su muerte no han dejado de irradiar un hilo de sentida fraternidad y fervor hacia un combatiente de la palabra que, por designios de la historia que nos empeñamos en escribir, se vio envuelto durante su recta final en un laberinto dramático que, inmisericordemente, lo condujo a la muerte.

Así, pues, a nadie puede extrañar que los que comandan el rumbo del país muestren un interés perfectamente descriptible en estar al lado de quien, sobrellevando una penosa andadura, ha sido capaz de legarnos cargas de emoción de las que reconcilian con el género. Dado que el alcalde de Orihuela pertenece a la formación de los invitados ausentes parece claro que la confianza da asco. Y si al final no dan señales de vida, qué quieren. Será la mejor manera de que el poeta descanse en paz.

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