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Teatro crítica

Gangsterismo político

Iberian gangsters. Teatro principal de Alicante

Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos cerró el sábado su 25 edición, y a lo largo de estas décadas se ha ido confeccionando una breve (o amplia) historia con su variedad de estilos, formas y tendencias. En el coliseo alicantino se vio otra de esas obras, Iberian gangsters, con una temática comprometida que encontró la complicidad de los numerosos espectadores. La dinámica fórmula es válida para toda clase de público. Y no es solo el sucio asunto de la corrupción que cualquiera conoce suficientemente, sino la manera de servirlo y cantarlo. Porque el texto de Julio Salvatierra, para Meridional Producciones, es una grata comedia musical con música de Alberto Granados y las voces armoniosas del gran conjunto dirigido por Álvaro Lavín. Con sonoridad de piano o sin ella, conjuntadamente y en perfecto contraste a la vez, cantan e interpretan sus papeles Clara Alvarado, Miguel Gamero, Chani y Eva Martín, Xavi Melero e Iván Villanueva. Siendo político del partido conservador después de transitar por todas las ideologías para seguir en la picota junto a su mujer, una imputación no le empuja al arrepentimiento. Al contrario. La ambición estimula las componendas para llevarse la pasta a través de ciertas mordidas o comisiones ilegales en beneficio propio, del grupo y de España, por supuesto, con los aguafuertes de Goya. Estafas a la empobrecida población (aunque esto no lo dicen) por el bien común, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En definitiva, servirse en lugar de servir a la gente, y que la herencia familiar amplifique sus dividendos. La hija, firme promesa de las nuevas generaciones de su partido, condena los embustes y esta actitud. ¿Usted qué haría en la piel del correspondiente corrupto? ¿Todos tenemos parte de culpa? Por ahí va la cuestión con sus variaciones escénicas en el mismo entorno de la barra de un bar. Excepto algún detalle más acentuado que sobra, el coro y la individualidad funcionan muy bien, con ritmo, irónico humor y trazos de sátira, como la suave caricaturización de los jueces. Los números musicales se integran como guante a la medida, y el feliz espectador aplaude la crítica.

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