Con la presentación de los presupuestos de la Generalitat para 2018 y el inicio de su trámite parlamentario arranca la larga campaña que desembocará en las próximas elecciones autonómicas previstas para dentro de poco más de año y medio. ¿Tan pronto? Sí. Estas son las últimas cuentas que el Consell del Botànic que comparten los socialistas y Compromís podrá ejecutar en su totalidad. La cercanía de las elecciones, el riesgo de quedarse en la irrelevancia y la llegada de un nuevo líder como Antonio Estañ ha puesto a Podemos en la tesitura de exhibir músculo en la negociación. Es la primera vez durante esta legislatura que unos presupuestos se registran en las Cortes sin el visto bueno de uno de los tres socios. No llegará la sangre al río. Podemos no se opondrá a las cuentas pero mantendrá la presión durante el trámite de enmiendas para tratar de sacar más tajada. Pero sí es cierto que durante las últimas semanas se había disparado la tensión con reuniones maratonianas e, incluso, con la amenaza de prorrogar los actuales presupuestos. Eso hubiera supuesto una catástrofe para el Consell y enfrentarse a una grave crísis política. La determinación del conseller de Hacienda, Vicent Soler, para sacar adelante las cuentas en los plazos legales y el papel en la negociación del titular de Educación, Vicent Marzà, para acomodar el destino de parte de los fondos entre las diferentes partidas han sido claves para que el Botànic salvara una situación muy complicada. Los presupuestos más expansivos de la historia -cuadrados con el incremento de la recaudación por la mejora económica y con 1.300 millones «ficticios» de la nueva financiación- blindan todo el gasto social -Sanidad, Educación, Bienestar y Empleo- con una inversión de casi 35 millones diarios, 2,2 millones más que este año y lanzan proyectos como la renta de inclusión para los más desfavorecidos o el Distrito Digital en Alicante. El Consell se juega ya el resto... para 2019.
