El tema de morirse para nada es baladí.

Si bien al finado es al que menos le preocupa, una vez ocurrido el óbito, para la familia puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza, pues, al dolor por la pérdida de un ser querido, se le puede unir el hecho de no saber dónde van a reposar sus restos.

Han sido frecuentes las noticia en INFORMACIÓN al respecto de la falta de sepulturas y sin ser exhaustivos leíamos: el 3 -5-17 que «el Ayuntamiento de Elche proyecta la construcción de más de 200 nichos en el Cementerio Nuevo y finaliza las obras de 72 espacios para atender las necesidades más inminentes»; el 13-5-17, «A vueltas con los nichos. La falta de unidades de enterramiento de reciente construcción desata las quejas vecinales y las críticas del PP, que habla de "falta de previsión"»; el 19-6-17, que «la alta demanda acaba con dos tercios de los nichos recién construidos en mes y medio»: el 28-9-17, «A la espera de nicho definitivo. El Ayuntamiento pospone a octubre el traslado de los difuntos que tuvieron que ser enterrados en sepulturas provisionales por la falta de espacio»; el 28-10-17, «Más nichos. El Consistorio ampliará el Cementerio Nuevo y urbanizará la única parcela libre después de quedarse sin unidades de enterramiento».

Y, aunque hablar de la muerte puede dar grima y lo hagamos cruzando los dedos, no pude venir más al caso, inmersos en los tres días del año en los que se conmemora la muerte: el 31 de octubre, Halloween; el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos; y el siguiente, Día de los Fieles Difuntos. Todos conectados y con idiosincrasia propia.

El Día de Todos los Santos, según el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, homenajea a aquellos difuntos que se han salvado y están en el Paraíso. No se festeja solo a los que están en la lista de canonizados, sino a todos los que, aún no estándolo, viven ya en presencia de Dios. Su origen se remonta al Papa Bonifacio IV, que consagró el conocido como «Panteón de Agripa» al culto de la Virgen y los mártires. Se celebraba el día 13 de mayo y se conmemoraban los santos anónimos y desconocidos por la cristiandad. Esta festividad fue extendida por Gregorio IV, que lo cambió al 1 de noviembre para que coincidiera con una de las celebraciones paganas. Se pensó que, al instaurar festividades nuevas en la misma fecha y de semblanza doctrinal análoga a la tradición pagana, sería más sencillo que estos «nuevos cristianizados» fueran abandonando sus antiguas creencias.

La víspera del 1 de noviembre se celebraba una fiesta celta, el «Samhain», con ocasión del final de la temporada de cosechas, que marcaba el fin del verano y la llegada de los días de frío, dando comienzo al Año Nuevo Celta.

Cuando tuvo lugar la ocupación romana, decidieron mezclarla con su fiesta en honor a Pomona, diosa de la fruta, jardines y huertas, y, por último, Gregorio IV la hizo coincidir con el Día de Todos los Santos.

El día 2 de noviembre, festividad de los Fieles Difuntos, se dedica a todos los difuntos que están en un estado de purificación temporal conocido como Purgatorio. Su objetivo es orar por estos fieles.

Esta festividad dedicada a los difuntos también hunde sus raíces en la tradición católica, mezclada con otras paganas. En la mayoría de las culturas se buscaba apaciguar a los muertos que vagan por la tierra sin encontrar el lugar de reposo. Para la Iglesia Católica ese lugar donde vagan es el Purgatorio. Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI, trajeron sus propias celebraciones tradicionales para conmemorar a los difuntos y recordar a los muertos. Al convertir a los nativos del Nuevo Mundo, se dio lugar al sincretismo de las culturas europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de Todos los Santos y Fieles Difuntos con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos, como se conoce en México.

Halloween es una celebración moderna resultado de la conjunción ocasionada por la cristianización de las fiestas del fin de verano, «el Samhain», y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos. El nombre inglés de Halloween deriva de Samhain y para el Cristianismo esta especie de víspera festiva fue llamada con el nombre de «All Hallow's Even», o, lo que es lo mismo, Vigilia de Todos los Santos.

Este festejo secular, con el famoso truco o trato, disfraces góticos, lectura de historias de miedo y el visionado de películas de terror, nos ha llegado y se está implantando cada vez con mayor fuerza gracias al enorme despliegue comercial, a la publicidad generada por todo lo que viene de Estados Unidos y al eminente carácter lúdico de esta fiesta ocasional y efímera, con sentido de la teatralidad, en donde todos pueden participar como protagonistas, frente al comportamiento aprensivo y de rechazo de la cultura occidental ante la realidad de la muerte.

Nuestra progenie creía que en la Noche de los Difuntos los muertos volvían a las casas donde antes habían vivido y participaban de la comida de los vivientes. Invitemos a nuestra mesa a la familia, comamos huesitos de santo, y buñuelos de viento y festejemos a nuestros ancestros.

Finalizo retomando el inicio de estas notas, y no puedo evitar que, con cierto humor negro, recuerde ese refrán popular que dice que «el muerto al hoyo y el vivo al bollo» o, como se expone en El Quijote, «váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza», porque la primera parte empieza a estar complicada en nuestra ciudad.