Dos años después, Piqué vuelve hoy a Alicante con la selección española. Convertido por decisión propia en referente mundial de la causa independentista, el central del Barça se somete de nuevo al escrutinio del Rico Pérez tras los graves sucesos del domingo en Cataluña. Nadie puede discutir la calidad futbolística del defensa catalán, su compromiso con el equipo nacional y su valentía a la hora de defender sus ideas. Tan indiscutible como el malestar que causa en un amplio sector de España la militancia política del jugador en la causa secesionista y su participación en actos ilegales como la farsa de votación del primero de octubre. Persona inteligente y muy hábil en el manejo de la comunicación, Piqué compareció ayer horas antes de aterrizar en El Altet para rebajar la tensión en torno a la Roja. No quiere que su exceso de protagonismo descentre a la selección en una cita clave para sacar el billete al Mundial ahora que la gente vuelve a ilusionarse con el equipo que fracasó en las dos últimas grandes citas internacionales. Y aquí juega un papel destacado la afición de Alicante, históricamente entregada con España, como ya demostró en noviembre de 2015 al silenciar con aplausos los pitos al futbolista azulgrana en lo que fue el principio de un cambio de tendencia de aquella bronca constante. Es seguro que habrá abucheos al jugador, pero el Rico Pérez estará a la altura de nuevo y primará con su aliento el interés general de la Roja por encima de la condena a las veleidades de un jugador. Alicante sabe distinguir lo importante de lo anecdótico; la categoría del afán de notoriedad.
