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Desde mi terraza

Hacer de la necesidad virtud

Lo que el cuerpo me pide es recluirme en mi terraza, desconectar la radio y la televisión, no comprar ni un periódico y olvidarme de que existe Internet. Tal es el punto de saturación que me domina tras el bombardeo de noticias, vídeos y mensajes de whatsapp referidos a lo que se conoce como «el problema catalán». Pero la actualidad manda y es imposible sustraerse a este momento lamentablemente histórico que es, por lo demás, muy triste. Innecesario enumerar lo sucedido porque nadie en España se siente ajeno a ello; pero cualquier reacción esperada del pueblo catalán se queda corta ante los últimos acontecimientos, que recuerdan a las obras de un Tennessee Williams por su pasión y reinado de sentimientos desaforados, o a la película La jauría humana, que tiene como tema central la caza del hombre por el hombre. El acoso de los trescientos guardias civiles alojados en un hotel próximo a Barcelona, protagonizado por un numeroso grupo de ciudadanos catalanes, obligó a los propietarios del establecimiento a echar a los militares, asustados por el gentío y por las amenazas del cierre del hotel por parte del alcalde de la localidad; es solo un ejemplo de las muchas situaciones parecidas, Inadmisible. Debería esa irritada parte del pueblo catalán dirigir sus iras a la puerta del palacio de La Moncloa, desde donde fueron enviados a Barcelona los que no son sino servidores públicos. Lo cierto es que se están sobrepasando los límites; por mucho que se pueda considerar excesiva la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado para impedir las votaciones del peculiar referéndum, no hay justificación posible a esta reacción. Y lo terrible es que esto solo es la punta del iceberg de lo que puede suceder a partir de ahora, porque va en aumento la animadversión catalanes-españoles y viceversa. Ni unos ni otros deberíamos permitir que se sobrepase la triste situación a la que se ha llegado, y solo una acertada y urgente actuación política puede evitarlo; ni uno ni otros deberían pensar en las erróneas formas de actuar en lo que ya es pasado, sino en propiciar de inmediato un futuro que a todos contente aunque sea a medias. Y hacer de la necesidad virtud. El resto de españoles no debemos olvidar que la mitad de los catalanes no son independentistas, y por lo tanto no podemos meterlos a todos en el mismo saco de nuestro rechazo; y el discurso del Rey, lleno de lugares comunes, no creo que haya tranquilizado sino a unos cuántos que todavía creen en los milagros. Con una Cataluña partida en dos, resulta difícil entender que esa mitad disidente pretenda declarar la República Catalana ignorando a la otra mitad, y parece mentira que esa mitad independentista que forma parte de un pueblo declaradamente práctico y pragmático, secunde a unos dirigentes que les van a meter en una aventura de consecuencias, sobre todo económicas, más que previsibles. Los catalanes menores de treinta años ya consideran extranjeros al resto de españoles, fruto de una educación desde niños en la que la forma de explicar la Historia es para ponerla en tela de juicio; y si en la Comunidad Valenciana se sigue por el camino iniciado con la imposición de la «llengua» de forma tan contumaz (y lo que ello conlleva) dentro de treinta años sucederá lo mismo. Ojalá que no.

El jurista y escritor catalán Juan José López Burlón escribía en La Vanguardia a propósito de la creación de los estados en el siglo XIX; y tras un interesante y documentado artículo histórico llegaba a la creación de la Unión Europea, concluyendo a propósito de su estancamiento actual que «este no se superará apelando a los grandes ideales y principios, sino cuando los pueblos europeos comprueben dolorosamente en su vida diaria que las desventajas que puedan irrogarse de su pertenencia a la Unión son mucho menores que los inconvenientes que se derivan de la falta de unión y de la pérdida de soberanía que toda unión comporta». Es decir que los europeos tendrán que hacer de la necesidad virtud. Lo que equivale al refrán castellano de «A la fuerza ahorcan». Ojalá que este razonamiento tan realista sirviera de reflexión al hoy convulso pueblo catalán… o al menos a una parte de él,.

La Perla. «Mi sable nunca saldrá de su vaina por opiniones políticas» (José de San Martín, considerado uno de los libertadores de las Américas)

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