Claro que tiene solución, cómo no lo va a tener, la política está para eso. ¿No pudieron Kennedy y Khrushchev detener misiles calientes? ¿No se pudo impedir el saqueo de Roma por los vándalos? ¿No se negocian las victorias y las derrotas?

Política con mayúsculas y de la buena, la que se hace entre pocos y en mesa redonda. Política donde esté la inteligencia presidiendo; donde todos sepan ceder algo para no perder todo. Inteligencia para que los extremos no ganen la partida; para no pensar en el futuro insignificante de cada uno, sino en el enorme de todos.

Me sentaría en esa mesa de buen grado y dejaría la puerta abierta.

Es lo que importa, por encima de esos que quieren la destrucción por ambos extremos que pretenden sacar tajada de su maldad gracias a la estupidez del resto. Hay que ver cómo algunos grupos se felicitan de la torpeza de otros y cómo otros son tan torpes para facilitar un mártir con el que romper la baraja. Esto pasa y ya pasó en la Alemania prenazi, en la revolución rusa y en muchas de las historias que más víctimas han ofrecido a la historia.

No queda otra que dar una lección de política, no de fuerza, no de resistencia. Hay que releerse nuestra triste historia para aprender las cruentas lecciones del pasado. Tiene que estar sentada y presente en esa mesa la cultura junto con la inteligencia que la debe presidir.

No es el inmovilismo a ultranza lo que soluciona algo. Cambiar, mejorar, aspirar a algo nuevo es legítimo, mantener, unir, crecer también lo es. Nadie tiene la posesión de la verdad, hay obligatoriamente que empatizar, ponerse en el lugar del otro. La incapacidad de ello está en el germen de muchos males de las relaciones humanas a cualquier nivel. Si no somos capaces de comprender algo del otro somos radicales y, no lo somos, ¿no?

Las leyes están para cumplirlas, es cierto, pero los políticos están para cambiarlas porque como dice el derecho romano «la ley es lo que el pueblo manda y constituye».

Adolfo Suárez solo hizo eso: cambió leyes, muchas, casi todas y en todas las ciudades justas y ecuánimes tiene al menos una calle. Señores, gánense la suya.