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Mariola Sabuco

A río revuelto

Mariola Sabuco

Alicante no tiene suerte

La citación judicial como investigado (equivalente al imputado de antes) del alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, por el presunto fraccionamiento de contratos en Comercio, provocó ayer que todos los grupos políticos con representación en el Ayuntamiento, sin excepción, se dedicaran a las combinaciones matemáticas para determinar quién podría gobernar si el primer edil alicantino dimitía y si era factible una moción de censura.

Lo primero quedó rápidamente descartado por el propio afectado. Él no se va, porque, como político y abogado, está convencido de que saldrá exonerado del proceso. Lo segundo quedó también en nada cuando se comprobó que los números y, sobre todo, los desafectos personales y políticos impiden que se alcancen los 15 votos necesarios para presentar una moción de censura en Alicante.

El PP (8) y Ciudadanos (5) suman 13 ediles y contar con el presumible apoyo del edil tránsfuga Fernando Sepulcre (exCs) -meter en este paquete a Nerea Belmonte (exGuanyar) es impensable- les dejaría en 14. Además, el voto de Sepulcre, a quien se podría presionar fácilmente desde Diputación donde el PP le mantiene con sueldo y prebendas, solo les penalizaría, porque la ley que castiga el transfuguismo les exige que por cada tránsfuga se necesite un edil más para cambiar un gobierno, con lo que requerirían 15 concejales, cifra inalcanzable con la actual aritmética de la Corporación.

La posibilidad de elegir un alcalde socialista, tras la dimisión de Echávarri, también quedó descartada matemáticamente. El PSOE tiene seis concejales; Guanyar, cinco; y Compromís, tres. En total, 14. Uno menos que cuando alcanzaron el poder. El apoyo de Nerea Belmonte -a quien echaron del gobierno local por razones «éticas y estéticas»- para estos fines, es imposible mientras siga en el tripartito el vicealcalde de Guanyar, Miguel Ángel Pavón. Además, se da la circunstancia de que, previamente, en el PSOE se debería librar una batalla. ¿ Eva Montesinos o Carlos Giménez? Echávarri y Compromís preferirían a la primera; Ángel Franco, al segundo. A Guanyar le da lo mismo.

Pero nada de esto tiene ya sentido. Gabriel Echávarri está dispuesto a aguantar, como en su día lo hiciera Sonia Castedo (PP). Al menos hasta que se le tome declaración el próximo viernes. Si sale del juzgado como investigado, lo que es más que probable, nadie puede aventurar si el socialista será capaz de soportar el desgaste que le espera en los próximos meses, política y socialmente, del que puede hacerse una idea con lo que le sucedió a su antecesora en el cargo, que acabó dimitiendo.

En estas circunstancias, Natxo Bellido (Compromís) sorprendió al PSOE anoche comunicando que su grupo abandona el tripartito. Su código ético no le permite gobernar con quien se encuentra en la fase de investigado (imputado) por la justicia. Guanyar no sorprendió a nadie al intentar llegar a un acuerdo con Echávarri para darle soporte a cambio de que no toque las competencias de Urbanismo a Pavón. No se llegó a decir esto último en la conversación porque no se pudo. El alcalde se negó a chantajes y dijo no.

Mientras tanto, el PP está encantado. Cada día que Echávarri pase imputado -falta por saber qué pasará con la denuncia por prevaricación por despedir a la cuñada del portavoz popular Luis Barcala como presión hacia él- son más votos para ellos.

Para Barcala, la cosa no es igual. A él le hubiera interesado que el alcalde socialista dimitiera y ante la imposibilidad de lograr la izquierda los 15 votos que necesita, ascender al sillón de la presidencia de la Corporación por ser el PP la lista más votada en las últimas elecciones. Ser alcalde en el año y medio que resta de mandato municipal le permitiría al portavoz del PP en el Ayuntamiento garantizarse que será el cartel en Alicante en la próxima contienda electoral, algo que no tiene ahora. Asimismo, el dinero que recibiría de la Diputación, gobernada por el PP, y del Gobierno central de Rajoy le ayudaría para la captación de votos para 2019.

La partida está en tablas y el enroque de Echávarri garantiza sufrimiento para él y para la ciudad. Poco se ha hecho en los dos años y medio de mandato y nada se hará en lo que queda. La pérdida de Bellido para Echávarri es dramática. Pierde al interlocutor con Pavón, con quien no solo no se entiende, sino que apenas se habla y a quien quiere retirar las competencias en el motor de la ciudad: Urbanismo.

Con el Urbanismo paralizado, la limpieza como talón de Aquiles, la falta de dinero para inversiones, la imposibilidad de ponerse de acuerdo sobre qué hacer y desde la soledad de la minoría en el gobierno local, los próximos meses pueden ser muy duros en una ciudad que sufrió un gran desgaste en su imagen por los procesos judiciales de Castedo y que no merece lo que desde hace décadas le está pasando con sus gobernantes.

Ocurra lo que ocurra a Gabriel Echávarri, le condene o le absuelva la Justicia, Alicante ya ha perdido. Es una ciudad sin suerte.

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