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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

De tal cuenta tales cuentos

Conozco a propietarios de algún que otro ático que, si de ellos dependiera, instalarían un ascensor particular que les trasladase desde la planta baja hasta su novena o décima planta. Sin tener que compartir la cabina con nadie. Y sin tener que realizar paradas innecesarias. Por lo general, quienes así se expresan en público (porque se atreven a decir lo que piensan con toda su alma) suelen ser gente con posibles. No es el dinero el que frena sus planes, sino el sentido común y las propias limitaciones. Aunque también los hay que, aun con su falta de recursos, piensan igual. Ay, si pudiera, iba a soportar lo que soporto, aguantar lo que aguanto.

Parecen pensamientos de mayores acomodados. Pero no. Basta con poner el oído a cómo habla la gente joven para percibir cómo heredan, inconscientemente, el sentido de la propiedad. Hablan de mi urba, mi piscina, mi césped, mis contactos, mis dispositivos. Y sobre todo mi habitación. Todo un mundo propio.

Y si esto ocurre en un bloque, imaginemos en una manzana, en un barrio, en una ciudad o peor en una ciudad de aluvión. Una cosa es la pertenencia y otra las relaciones de vecindad. Que deben ser buenas por mor de la convivencia, porque hemos alcanzado cierto grado de civilización y porque a educados no nos gana nadie. Pero hasta ahí llegamos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Aunque el refranero nos llevaría muy lejos. Del «cada mochuelo a su olivo» a «la pela es la pela». La solidaridad queda muy bien para las pancartas. Pero hay que ver cómo pierden sentido las grandes palabras cuando se manosean tanto.

Quería reflexionar sobre el 1-0 y he terminado hablando de aquel deseado ascensor que un día soñó instalar un amigo. Pero al final la idea no varía: de tal cuenta tales cuentos.

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