Josep Fontana (Barcelona, 1931) comenzó a ser uno de los historiadores más influyentes en las universidades españolas desde que en 1971 publicara su primera gran investigación: La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820). Los que tuvimos además el privilegio de asistir a sus clases -en mi caso en la Universidad Autónoma de Barcelona-, nos encontramos con un verdadero maestro que, naturalmente en catalán, ofrecía unas explicaciones deslumbrantes sobre la historia económica de la España contemporánea. Un maestro de historiadores que era capaz de llevarse al Archivo de la Corona de Aragón los sábados por la mañana, a cuatro estudiantes indocumentados para que vieran cómo se trabaja un legajo con documentación histórica.

Hace pocos meses ha publicado, a sus 86 años, un libro, El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914, que deberían leer todos los estudiantes, cualquiera que sea la carrera universitaria que estén cursando. No sólo los de letras, especialmente los que estudian grados en los que los libros no suelen formar parte del currículo. Como suele ocurrir en cualquiera de sus investigaciones recientes, la bibliografía comentada ocupa un centenar de páginas. Sencillamente, apabullante. Si en vez de estar escrito en castellano se hubiera publicado en inglés, podría ser el manual de historia contemporánea para medio mundo, tal y como ocurrió con la Historia del siglo XX de Eric Hobsbawm.

El libro comienza con las matanzas de millones en la Primera Guerra Mundial, incluidos los fusilados por deserción o por los motines fruto del hartazgo y termina con el análisis del mayor energúmeno de nuestro tiempo, al que por sabido ni siquiera hace falta citar. Podría llenar unas cuantas páginas de este periódico narrando detalles del libro tan significativos como el indudable éxito en la historia reciente de los Estados Unidos, que han pasado de 300.000 presos en 1972 a 2.300.000 en 2015, una consecuencia más de las bondades de un neoliberalismo a ultranza. Me ha encantado también saber que un delincuente internacional como Rupert Murdoch en 2003 consiguió que sus 175 periódicos distribuidos por tres continentes apoyasen la guerra de Irak, muy interesado como estaba en hacer negocios con el petróleo de la región. «Telefoneó además a su amigo Tony Blair para pedirle que acelerase la invasión». Y es fácil adivinar a quién llamó después el tal Tony.

Muy interesante también para los pensionistas es la buena idea de una asociación patronal británica llamada Taxpayers´Alliance que propuso recientemente que se recortaran de inmediato todos los beneficios a los jubilados con el argumento científico de que «mucha de esta gente no estará ya aquí para votar contra vosotros en la próxima elección».

Fontana cita también a otro fenómeno, el presidente de la CEOE, Joan Rosell cuando afirmó en 2016 que «el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX». Y, efectivamente, en España a finales de 2015 había 4,6 millones de contratos de menos de siete días o en Gran Bretaña 1,9 millones de cero horas. Es lo que se llama hoy «gig economy»: operarios contratados para tareas de corta duración. Se calcula que en 2020 un 40% de los trabajadores norteamericanos serán «contratistas independientes», con lo que los empresarios se librarán de los costes de seguridad social, de accidentes, enfermedades o pensiones. Pista libre, pues. Ni trabajo estable, ni seguro de paro, ni indemnización, ni salario mínimo y si quieres seguridad social, te la pagas. Todo esto lo recomendaba desde hace muchos años el Ku Klux Klan en su página web, además de que se rezara en las escuelas.

Entre los años 2004 y 2014 en Estados Unidos se padeció la fase de más lento crecimiento de la productividad y un analista como Robert J. Gordon plantea un futuro de estancamiento para los próximos 25 años con un crecimiento del nivel de vida que no superará el 0,3. Estancamiento y desigualdad como factores fundamentales de nuestro tiempo que nos obligan a no resignarnos y a actuar. La frase con la que termina el libro viene del periodista Martin Wolf del Financial Times: «Acostumbraos a eso. No cambiará».

Así que hagan el favor de leer el libro para no votar mal.