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Recordar, una necesidad democrática

Es el paso que le faltaba dar a la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 por el ejecutivo de Zapatero, a la que ya en su momento se le hizo esta crítica por parte de aquella ciudadanía que esperaba una medida definitiva.

De la «ilegitimidad» a la «nulidad» hay un paso. Un paso importante y necesario. Un paso sobradamente justo. Es el paso que le faltaba dar a la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 por el ejecutivo de Zapatero, a la que ya en su momento se le hizo esta crítica por parte de aquella ciudadanía que esperaba una medida definitiva. Esta Ley reconoció la ilegitimidad de aquellas sentencias y condenas que aplicaron los tribunales militares franquistas. Por suerte para quienes deseábamos esa justicia reparadora y certera, se ha seguido avanzando por ese camino, lo cual ha dado lugar a la proposición no de ley que el mismo Partido Socialista ha presentado recientemente en el Congreso y por la que se pide la nulidad de todas esas sentencias y condenas que tiene en su haber la Dictadura Franquista.

Como digo, una medida justa. Y ante acciones de justicia y, en este caso, de justicia reparadora, yo no encuentro a nadie que pueda objetar algo. Pero claro, siempre aparece quien, saliendo por la derecha, lo cuestiona. Aunque con pocos o ningún argumento de peso, salvo el de no afanarse por llevar a cabo el sano ejercicio de hacer memoria. Y es que ya sabemos que recordar supone un esfuerzo para el que muchos no se saben preparados. Quizá porque tampoco se sepan preparados para vivir en un país de plena cultura democrática. Como reza en su exposición la proposición de ley citada, la democracia no puede consolidarse y construirse desde el olvido. El olvido es injusto.

Aunque no niego que recordar es difícil. Tan difícil como necesario, eso sí. Pude comprobarlo fehacientemente en el viaje que hace poco me llevó a visitar Auschwitz. El campo de concentración es la muestra más cruel y dura de lo que puede llegar a ser y a hacer el ser humano. Somos capaces de lo peor, sin duda. Pero a su vez, también es la muestra de que podemos sobreponernos y hacer un esfuerzo por convertir lo más doloroso de nuestra historia en un memorial de homenaje a tantos millones de víctimas que ya no podrán ser ni recuperadas, ni recordadas de ninguna otra forma. Y así, el ser humano demuestra que, con esfuerzo, también es capaz de lo mejor.

Sólo de este modo, con esfuerzo, sentaremos las bases que consoliden nuestra democracia. Vivir un presente y un futuro libres y en paz, exige que las heridas del pasado se cierren con justicia. Declarar las sentencias y condenas franquistas nulas, en este caso, es una parte importante de esa justicia reparadora que necesitamos. El recuerdo, aunque exigente y duro, es justo. Esforcémonos, pues el olvido es para los pusilánimes.

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