ay un dicho popular en esta tierra que, cuando a una persona o una familia se le acumulan desgracias, dice «parece que nos ha 'cagao' la moscarda». Esto debieron de pensar aquellos oriolanos de 1919, que tras haber sufrido una sequía persistente de nueve meses, entre los meses de septiembre y octubre se vieron acosados por un terremoto con varias réplicas, pedrisco y lluvias torrenciales que ocasionaron la inundación de muchas calles de la población y en la huerta, invadiendo viviendas, devorando las plantaciones y anegando los caminos y carreteras, viéndose afectadas las comunicaciones ferroviarias, telefónicas y telegráficas. Menos mal que no se produjeron desgracias personales, pero los daños materiales fueron cuantiosos.

Era lunes, día 29 de septiembre, o sea que siguiendo la tradición oriolana de bautizar las riadas con el santo del día, en esta ocasión, le correspondería a los Santos Arcángeles; cuando a mediodía se produjo una gran tempestad acompañada de aparato eléctrico, impactando un rayo en el Molino Grande, que ocasionó un incendio en el cuadro de la central eléctrica.

Tal fue el ímpetu del agua caída del cielo que gran parte de las viviendas próximas a la sierra se anegaron, e incluso algunos bajos de edificios de la ciudad, como los del Banco de Cartagena y del Registro de la Propiedad, se encontraron en esta situación hasta bien entrada la tarde.

Por otro lado, el muro que circundaba el jardín del Seminario se arruinó, y el arrastre de sus materiales causó daños en la Plaza de Comedias. Al día siguiente, martes, el nivel de las aguas del río fue incrementándose, inundando las calles de San Juan, Calderón de la Barca, Obispo Rocamora, Barcala (San Pascual), y las plazas Nueva y de San Agustín. En la huerta, los aledaños del Reguerón y del Molino de la Ciudad quedaron convertidos en una laguna.

Plaza Nueva

El miércoles, el nivel de agua en la Plaza Nueva era de un metro, y hubo que recurrir a barcas para prestar auxilio a los vecinos. Como en el terremoto acaecido en este mismo mes, el alcalde José Martínez Arenas estuvo al tanto de la situación, así como en contacto permanente con el gobernador de Alicante, Dupuy de Lome, el cual ofreció los servicios de los aviadores franceses Debrieu, Morraglia y Dourant que hacían el servicio postal entre Toulouse y Rabat, por si eran necesarios para transportar socorros a los damnificados, pero, las dificultades de aterrizaje no facilitaban su trabajo, desistiéndose de su ayuda.

El jueves, según el semanario «Ecos», la máxima autoridad provincial se personó en Orihuela, para al día siguiente comprobar los daños en compañía del alcalde, así como con el diputado a Cortes Luis Barcala Cervantes, que hizo entrega de un donativo de mil pesetas para los damnificados.

Recepción

El domingo 5 de octubre, el ministro de Fomento Abilio Calderón visitó Orihuela para contrastar la situación. Éste, tras ser recibido por la Corporación Municipal bajo mazas, acudió al Santuario de Monserrate para oír misa, tras la cual se efectuó una recepción en las Casas Consistoriales, accediendo después al Seminario, para desde allí comprobar los daños. Después de ello, fue obsequiado por el obispo Ramón Plaza y Blanco con un refrigerio en el Palacio Episcopal.

Antes de abandonar Orihuela, el ministro dejó un donativo de quinientas pesetas.Así, concluía en Orihuela una serie de catástrofes en ese último trimestre del año 1919, en el que la moscarda dejó su huella escatológica presente.