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Joaquín Rábago

Soberanía catalana

No sé si los soberanistas catalanes han estudiado, como algunos sugieren, al alemán Carl Schmitt a la hora de iniciar su fuga hacia adelante en su proceso imparable hacia un nuevo Estado independiente.

Lo que está claro es que han venido actuando desde el comienzo como si lo hubieran hecho. El famoso teórico del “estado de excepción”, el cual implica un cuestionamiento del orden social y jurídico existente para sustituirlo por otro nuevo, parece haberlos inspirado en todo momento.

Para Schmitt, ese pensador tan admirado por los nazis, pero al mismo tiempo estudiado por muchos teóricos de izquierda, es “soberano “ quien decide sobre la situación excepcional, que permite alumbrar un nuevo orden político, una nueva jurisdicción constitucional.

Con su audaz política de hechos consumados han ido los independentistas catalanes siempre por delante de un Gobierno central sin imaginación, que no ha hecho más que apelar al “sentido común” y que hasta el último momento dio a todos la impresión de no creerse que su órdago pudiese ir en serio.

Y en su obstinada determinación de llegar cuanto antes al fin del “procés”, no dudaron los separatistas un momento, como hemos visto suceder en su Parlamento, en arrollar a quienes, aun compartiendo tal vez sus fines, no estaban de acuerdo con la precipitación ni mucho menos con los medios utilizados.

Cual nuevo flautista de Hamelín o como un iluminado Moisés, el presidente de la Generalitat se han propuesto llevar a su pueblo hacia la tierra prometida aun a riesgo de terminar él y los suyos inhabilitados o incluso encarcelados por mor de la legalidad de un Estado al que, en su obcecación, ya no reconocen.

Una tierra de Jauja en la que, a diferencia de lo que ocurría en la anterior Cataluña y sigue sucediendo en el Estado del que pretenden separarse, nadie será más que nadie, habrá una justicia independiente, reinará la justicia social, no habrá más enchufismo y las fuerzas productivas podrán desarrollarse plenamente.

¿Creen acaso que tan hermosa utopía tiene cabida en esa UE a la que continuamente apelan?

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