A los calapiteranos no les termina de convencer cómo se lo montan sus vecinos de la Coveta; los de Coveta exigen mejores servicios a los campelleros del centro; El Campello recela de que Sant Joan ponga rotondas con su nombre tan cerca del poble; los santjoaners reivindican su salida al mar frente a Alicante de quien también tienen sus cuentas sus vecinos de Elche, los mismos de los que se quieren segregar los de Torrellano y el Altet. Los alicantinos tienen un elaborado memorial de agravios contra Valencia, que a su vez cree que Madrid no les da lo suyo y envidian a Barcelona por complejos varios. Madrid cree que Bruselas no es más que ellos y Bruselas quiere ser mucho más que Washington, que teme a Moscú. Este independentismo culminaría en dividir en partes la estación internacional MIR.

De todo ello se desmarcan los independentistas catalanes que, en lugar de quejarse y seguir adelante como todos, han decidido ir por las bravas porque ellos son soberanos. Esto no lo comparten con el resto de mortales. Si la democracia fuera eso, lo que parte de un colectivo pretende que se haga, Cala Piteres sería república independiente.

¿Tiene esto solución? Difícil, pero al menos la historia nos da muchas claves. Si se estudia el pasado sin fanatismo y sin manipulación, se abandonaría el nacionalismo, se superarían los traumas y desmontarían las patrañas que los «espabillats» y los arribistas aprovechan para seguir con su 3% u más.

La estupidez, sin duda, gobierna el mundo y lejos de aprender que las ideologías solo han devastado pueblos y jóvenes, mujeres y niños, se fomentan ideas que parece nos tocan en lo más profundo; nuestra tierra, nuestro pueblo, lo nuestro, cuando en realidad tocan lo más superficial y triste de nosotros: nuestro miedo, nuestra propia mediocridad e ignorancia que nos lleva a creer que podemos absolutamente solos progresar y ofrecer un futuro mejor a las próximas generaciones.

Nadie que tenga el preciado don de la inteligencia ha sido nacionalista. Esto es del XIX, no del XXI, muevan el palito, por favor y déjennos progresar y construir, que derribar y destruir es muy fácil, demasiado.

Lo más gracioso es que en nuestra región, muchos pueblos de nuestra provincia y hasta en nuestra ciudad nos gobierna una fuerza política pancatalanista que, aunque lo oculta a sus acólitos y a todo el electorado, está por la independencia y por la incorporación de las comarcas meridionales a ese «Païssos Catalans» Lo grave no es que lo piensen, ya que todas las aspiraciones son legítimas, sino que lo oculten, que manipulen y estén ofreciendo su piel de cordero en eso, en la admisión de la empresa privada o en la educación en la lengua que ellos creen mejor. Esta gente gobierna asuntos como la educación, la dependencia, la cultura y muchos municipios, pero nunca solos. Siempre tienen aliados útiles a los que esperan, con buena estrategia, machacar en las próximas elecciones. Y ahí están los otros panolis engordando su caldo que nos lleva a ninguna parte.

Como dice una amiga «no sé que nos han puesto en el agua, pero esto no es normal». En positivo creo que es función de todos dejarnos de estupideces y pensar en un futuro grande y próspero sin reducirnos a aldeas para el futuro. No se sostiene.