La noche del 25 de septiembre del año 1847 se alzaba por primera vez el telón del Teatro Principal con la representación de la obra Guzmán el Bueno, drama de Gil y Zárate, que curiosamente volvió a representarse exactamente cien años más tarde, en el primer centenario del coliseo. Alicante atravesaba un magnífico momento por esos años, y fue gracias a la iniciativa de un grupo de comerciantes y personalidades de la vida social, quienes consideraron que una vez alcanzados los objetivos de pujanza y desarrollo era indispensable dotar a la ciudad de un gran teatro que fuera el centro de reunión de la vida social alicantina. La feliz idea se materializó en un tiempo record de 18 meses desde que se puso solemnemente la primera piedra, y cuya ejecución se encargó al arquitecto don Emilio Jover. Nuestro teatro, por tanto, cumplirá en breve nada menos que 170 años. Que se dice pronto. Como es lógico, en tan largo espacio de tiempo el teatro sufrió cambios y vicisitudes imposibles de enumerar aquí; y salvo unos años que permaneció cerrado durante y posteriormente a la guerra civil española, su actividad ha sido ininterrumpida, culminando en la gran obra de restauración y remodelación que se llevó a cabo en el año 1990. Y aquí estamos, con muchos problemas económicos pero más vivos que nunca, porque tengo la impresión de que este maravilloso espacio es quizás el edificio (hoy casi público) más querido de los alicantinos. Adquirir una entrada y asistir a una representación teatral o a un concierto tiene algo de ritual, que en el momento de levantarse el telón se convierte en comunicación con el escenario pero también con todos los espectadores. Salvando las distancias, es algo parecido a la asistencia a una Misa; no en vano el gran José Sacristán dice que «en el teatro debería haber reclinatorios en lugar de butacas». Es de todos conocidos los problemas de financiación por los que atraviesa el teatro; pero Paco Sanguino, el director, no se arredra y ha acometido dos nuevos e interesantes proyectos, uno de los cuales es ya una realidad; la Compañía Provincial de Teatro (que no pudo hacer su debut en el Casillo a causa de la lluvia) y recientemente la idea de hacer lo mismo con el ballet, para lo que ya ha iniciado conversaciones con las escuelas y grupos de danza de Alicante y provincia. Y no quiero olvidar otro proyecto interesante que se iniciará a partir del próximo año: la creación de compañías residentes, que tendrán asegurado un espacio para los ensayos y un escenario en el que estrenar. Además de lo justo y conveniente de estas iniciativas, es seguro que servirán para ir creando público y recuperar el que, por diversas razones, se ha perdido. Y estoy seguro también de que una vez resueltos los problemas económicos el teatro tendrá un relanzamiento que enriquecerá cultural y artísticamente a la ciudad. El Auditorio Provincial de Música de la Diputación (ADDA) lanzó hace poco la noticia del proyecto de creación de una orquesta sinfónica estable, proyecto de dimensiones extraordinarias que exigirá esfuerzo, constancia?y dinero, como siempre. Pero como parece llegado el momento de convertir lo quimérico o utópico en realidad, debemos felicitarnos. Y sobre todo porque, no nos engañemos, todas estas ideas y proyectos se deben a la iniciativa personal de los artistas y de las personas preocupadas por el arte y la cultura; y los políticos tienen la obligación moral, social y hasta política de recoger, valorar y responder. Los 170 años de la construcción e inauguración de nuestro Teatro Principal deben de ser celebrados por la ciudadanía con la satisfacción que la efemérides merece; y la mejor forma de demostrarlo es acudir masivamente a lo mucho y variado que allí se representa. Larga vida al Teatro Principal y Feliz Cumpleaños!
La Perla. «Programar un teatro es pensar. Y hacer teatro es implicarse en la vida social, comprometerse en las luchas de esa sociedad» (Alfonso Sastre, dramaturgo).
