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Sol Giménez

En memoria de Miguel Lizón

Sol Giménez

El Cossío andante

Ese quite es una talaverana contestaba mientras dibujaba una en el aire para explicar mejor el lance por el que le preguntaba justo al salir de la plaza tras una corrida de la feria de Hogueras. Y así podía hacer y hacía con cualquier lance de capote o muletazo que hubiéramos visto esa tarde de toros sacándote de la duda o la ignorancia con una clase magistral improvisada que impartía de la forma más natural. Como si fuera normal conocer como él conocía los terrenos, las suertes, el conjunto de la lidia o el nombre exacto de cada tono de un traje de luces. Conocer como él conocía al toro.

Durante una década los días de feria siempre le esperaba a que bajara de su sillón de rellano, donde tenía el abono con su mujer, para volver con él al periódico y comenzar a escribir. Ese trayecto me encantaba. Era el momento en el que hablaba de toros, en el que comentaba la corrida del día o recordaba cuando vio torear a Manolete, en el que parafraseaba a El Gallo o a Juan Belmonte. Y siempre que le escuchaba pensaba lo mismo, este hombre es el Cossío andante. Tuve la inmensa suerte de compartir con Miguel Lizón esos momentos y de comprobar su libertad a la hora de firmar una crónica, su descripción certera fuera quien fuera la figura cuya actuación diseccionaba, su dominio del lenguaje. Y también fui testigo de sus enfados por la falta de trapío del ganado en Alicante y de sus peleas con el ordenador en la redacción. Pero sobre todo viví su generosidad, su sentido del respeto, su sabiduría y su cariño. Gracias Miguel. DEP.

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