La fotografía que acompaña este artículo la encontré en la típica caja de membrillo que una señora octogenaria tuvo a bien enseñarme, junto a un montón de fotos de primeras comuniones, milis y otros acontecimientos familiares. Por lo visto, el cabeza de familia ya fallecido guardaba la tarjeta postal como el que va a Segovia y se trae de recuerdo una postal del acueducto. La fotografía está fechada el 13 de julio de 1953 y «Nueva Carmina» fue una casa de lenocinio situada en la carretera de Aspe. En esos años había dos casas más en la misma carretera, Carmina y Barcelona. Un «servicio completo» costaba a mediados de la década de los cincuenta entre 13 y 15 pesetas, en función de la casa elegida. La fotografía, con cinco meretrices en la entrada de una casa moderna, da una idea de las pocas dificultades que tuvo la prostitución para convivir con el franquismo. Algún otro cliente nos contó que los menores de edad entraban sin ningún problema, pero por la puerta trasera para llamar menos la atención.

A lo largo de todo el siglo XX nunca faltó la prostitución en nuestra ciudad y la prensa ilicitana ofrece numerosos testimonios. A principios de siglo un interesantísimo semanario como «El Pueblo de Elche» hablaba de la Costereta de Bonus, a la entrada de El Raval y junto a la ladera del Vinalopó, como el más importante foco local de prostitución.

Las «mujeres de la Costereta» aparecían en los periódicos una y otra vez durante todo el primer tercio del siglo, con regímenes políticos tan diferentes como la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República o la Guerra Civil. En el franquismo, con nacionalcatolicismo incluido, la prostitución se mantuvo desde el primer día. Hasta hubo un concejal - Sebastián Guirau- que en 1939 se quejó, y así lo recogen las actas municipales, de que hubiera niñas por las calles dedicándose a la prostitución. El Ayuntamiento tomó medidas y se cargó lo antes que pudo a aquel concejal incómodo. Lo que hubo durante todo el régimen fue una total permisividad.

Y así hemos llegado a nuestros días sin que nada haya cambiado. Tenemos un Bien de Interés Cultural reconvertido en casa de lenocinio y podemos ver el ejercicio diario de la prostitución de hombres y mujeres junto a la Universidad y junto al Hospital General. La periodista Esther Brotons publicó en La Verdad en el año 2012 un magnífico reportaje sobre este tema y destacó el esfuerzo de la Asamblea Local de la Cruz Roja desde el año 2007 para atender diariamente lo mejor que pueden a quienes ejercen la prostitución.

¿Un equipo de gobierno de izquierdas no tiene nada que decir al respecto? Se me ocurre que, como mínimo, igual que la Cruz Roja atiende a las personas que ejercen, se debería actuar molestando todo lo posible a los clientes por parte al menos de la Policía Local. No estaría nada mal que, como proyecto de ciudad amable, erradiquemos la prostitución de una vez por todas de nuestro término municipal.