Superado el ecuador del mandato del tripartito y el Botánico, es poco menos que misión imposible descifrar y seguir los vaivenes, rectificados y contradicciones de ambos gobiernos sobre las aperturas comerciales en domingos y festivos.
Sin entrar ahora en la caza y captura de los veladores o el despropósito permanente con Ikea, este penúltimo episodio sobre el cierre de las tiendas en las semanas previas a la salida de la Vuelta al Mundo a Vela desde Alicante reedita la inmejorable relación (no hay quien la mejore) entre el alcalde Echávarri y el presidente Puig.
El Ayuntamiento está dispuesto a llevar al Consell ante los tribunales para que, como dicta la lógica, los centros comerciales y los alrededores de Maisonnave puedan abrir durante los prolegómenos de la Volvo Ocean Race, cuyo entorno en el Muelle de Levante está cada día más abandonado y deteriorado. Pendientes como están de la foto de la salida del 22 de octubre, que cuesta un huevo de la cara, se olvidan del mantenimiento de las instalaciones para uso y disfrute de la gente de a pie que no tiene monocascos ni navega.
Y mientras se resuelve o no esta nueva batalla entre compañeros de partido y de gobierno (el conseller de la cosa, Rafael Climent, es de Compromís), los comerciantes del centro han abandonado toda esperanza. Se quejan de que nadie cuenta con ellos y de que la incertidumbre es la tónica constante en el presente y futuro de sus negocios: no saben en qué festivos podrán abrir, ni si deben o no contratar a más gente en otoño para los domingos... Otro tanto sucede con empleados del sector, cuyos únicos ingresos son los salarios que perciben por trabajar esos días de apertura extraordinaria. Habitualmente bien pagados, por cierto. A menos de dos meses para la gran regata, el caos y el desconcierto siguen marcando la hoja de ruta comercial del Consistorio y la Generalitat. Cuidado: el barco va directo a las rocas.
