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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Machado y la estupidez del fanatismo irracional

Un señor que se dice historiador, llamado Josep Abad i Sentís, ha confeccionado hace un par de semanas un informe para el Ayuntamiento de Sabadell en el que propone eliminar del callejero los nombres de Antonio Machado, Goya y Quevedo, por representar, dice, un «modelo pseudocultural franquista». Pero, no contento con estas conclusiones, extiende este calificativo de «fascistas» a personajes tan reconocidos, como Calderón, Garcilaso de la Vega, Góngora, Espronceda, Campoamor, Bécquer, Moratín, Tirso de Molina o Larra, además de a las Vírgenes no catalanas, la Macarena entre otras. Duda el afamado historiador, cercano a ERC y por quien fue contratado por sus conocimientos y mesura, si a estos últimos se les debe condenar al ostracismo, pues también representan ese «modelo pseudocultural franquista», castellano y no universal. Propone una Cataluña universal, razón por la cual recomienda que en lugar de estos petimetres insignificantes se dediquen calles a ilustres personajes de «Estat Català» -desconoce las inclinaciones fascistas de aquellos sujetos y sus desfiles paramilitares-, de primeros del siglo XX o a la fallecida presidenta de Omnium. Internacionalismo y expansión de la cultura en su pura esencia. Lucha contra el franquismo que, según el ilustre historiador, representan Calderón o Góngora, coetáneos de Franco como todo el mundo sabe y a quien se deben las calles en su honor. Antes de Franco nadie los honró, ni aquí, ni fuera de España. Tanto franquismo, que se ve por todas partes como una especie de mantra o argumento para justificar cualquier chorrada, tenía que llevar al absurdo del desvarío. Aunque murió hace cuarenta años lo resucitan diariamente cual presencia que solo algunos memos aprecian, pero que les marca el camino a seguir: el de la estupidez y el argumento fácil. Todos sus razonamientos se reducen a calificar lo que no les gusta como franquista. Tan elemental, como cargante y vulgar.

El alcalde de Sabadell, afortunadamente, se ha negado a esta genial idea del especialista que, no obstante, ha cobrado sus honorarios. Una paga merecida según quienes le contrataron, que conocían bien de sus méritos y capacidades de ingenio, pues su curriculum está plagado de ideas similares a la ahora expuesta. Y no me negarán que hay que tener arrojo, valentía o escaso sentido del ridículo para publicar memeces así sin inmutarse.

Curiosamente, Abad deja fuera del fuego reparador a ilustres personajes, tales como Colón, Cervantes, Santa Teresa o Leonardo da Vinci, seguramente por respeto a otros trabajos de sesudos historiadores catalanes que los bautizan como catalanes. También a Erasmo de Rotterdam, que todo el mundo sabe no era de Rotterdam, sino catalán, de Reus para más señas e hijo de Colón. Estos son los referentes culturales del independentismo.

Mucho de esto tiene que ver con la pretensión hoy de moda de imponer una verdad histórica oficial, irrebatible y no discutible; una pretensión que se quiere hacer aparecer como progresista, cuando es el paradigma de todo modelo autoritario que exige una verdad única, incontestable y reprimir toda otra que se oponga a la impuesta. El mundo dividido entre buenos absolutos y malos absolutos es tan frágil, como inútil cuando la sociedad es libre y formada. Una verdad oficial que comporta una memoria que a su vez exige una desmemoria, es decir, el olvido de una mitad, que es deplorada absolutamente y el de parte, la negativa, de la que se considera la buena, a la que todo se perdona o disculpa, aunque normalmente se haga desde la ignorancia propia de creer el discurso impuesto y asumido obsecuentemente. Porque ignorancia hay mucha, poca lectura y menos interés en saber. Basta con someterse y aparecer como políticamente correcto.

Lo que es progresista es la libertad y el conocimiento y negarse a admitir un dogma como cierto o una narración como infalible. Salvo que ahora, cambiando lo que siempre fue el alma de la izquierda, haya de aceptarse como ideal la sumisión a los dictados de una autoridad ignota, pero existente y conformada por sujetos varios desprovistos, como se ve, de toda ética y pudor. Si quienes conforman el discurso oficial y progresista son como este tal Abad, habrán de pensarse muchos si proclamarse progresista no debe ser motivo de vergüenza.

Que ese tal Abad pretenda que se le prive a Machado del homenaje que merecen sus letras, es indignante, casi repugnante. O a Calderón, Góngora o Espronceda. La cultura no soporta la ordinariez y menos que una política de tan baja estofa pueda siquiera formalmente menospreciar a escritores de la talla de los que se quiere reducir al olvido. Salvo que se pretenda una cultura también oficial y única. Eso ya me cuadra más vistos los aires totalitarios de la nueva izquierda. Como ejemplo de lo que puede venir, ahí está el tal Abad. No lo tomemos a broma y empecemos a pensar más en quién votamos.

Nota. El independentismo ha dado alas al yihadismo. Una sociedad tan dividida y que antepone sus diferencias a lo común, incluso en la desgracia, es pasto fácil para que consigan sus objetivos. Cataluña se asoma al abismo y cuando quieran darse cuenta será tarde. Tanta bajeza moral como la exhibida el sábado lo demuestra.

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