Todos hemos tenido en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, en el colegio de nuestros hijos o nietos, en los centros deportivos o de ocio a padres de niños musulmanes que, lo confieso, me resultan enormemente cariñosos y educados. Recuerdo a uno, de unos cuarenta y pocos años que siempre que nos ve, a mi mujer o a mí, nos hace una especie de respetuosa reverencia, no de sumisión, no, sino de respeto. En la cultura occidental nunca he visto esas muestras de cariño y de respeto. Un día, intrigado por su continuado respeto, le pregunté: Perdona, ¿Por qué haces esa especie de reverencia cuando nos ves? Por respeto a su edad-me contestó-. Eso me enseñaron mis padres, yo lo cumplo y enseño a mis hijos a que respeten a los mayores. Me dejó sin habla. Únicamente comencé a sentir más aún el peso de los años, pero me emocionó mucho su respuesta.

Es evidente que en el atentado de las Ramblas de Barcelona han habido muchos fallos, pero todos a toro pasado, que es cuando es más fácil juzgar y condenar. Que si no ha habido colaboración de los Mossos con la Guardia Civil, que efectivamente no la hubo en Alcanar, que si no habían bolardos para impedir la entrada de un camión o furgoneta asesina. Muchos fallos, sin duda, pero no olvidemos que la idea original de estos terroristas era inmolarse dentro de la Sagrada Familia, verdadero templo de modernismo del genial Gaudí y lugar sagrado de culto, visitado por millones de personas anualmente. ¿Cómo prevenir este criminal atentado? Si no hubiera explotado la bomba en la casa de Alcanar, hubieran materializado su criminal acción.

No estoy, en absoluto, contra los musulmanes. Es más, me gusta su amor al semejante, su solidaridad con los suyos y con nosotros, pero no controlan, quizá por su soledad religiosa, a sus pastores, a sus imanes. Cualquiera, visto lo visto, puede ser imán con un aparente aspecto cariñoso y amoroso, pero que en su intimidad, cuando están a salvo de ojos acusadores, pueden, y de hecho lo hacen, malear a su antojo criminal a estos niños, hijos de inmigrantes, totalmente integrados en nuestra cultura, con estudios y con dominio del catalán y del castellano en el caso que nos ocupa. Amigos catalanes, profesores de sus institutos no pueden creer en qué clase de alimañas se han convertido sus dulces, cariñosos y educados alumnos. Es indispensable que los imanes realicen unos estudios de varios años, como hacen los católicos en el Seminario, y pasen varios filtros antes de convertirse en imanes. Y aún así, de vez en cuando, fíjense que curas nos salen.

Pero, al igual que hay imanes criminales, hay curas, que sin ser criminales, incitan al odio al rebaño de sus parroquias. Todavía en plena conmoción por los brutales asesinatos de Barcelona, en una parroquia del madrileño barrio de Cuatro Caminos, un sacerdote católico, y en su púlpito acusador, realiza un sermón que, lejos de ser una intervención de piedad cristiana, es una soflama incendiaria contra la alcaldesa Ada Colau, contra Manuela Carmena y contra el comunismo en general. Ya puestos?

El dichoso cura se trata de Santiago Martín, el cura de la tele, que durante muchos años fue la voz del catolicismo televisivo. Nada menos que aseguró: Una parte de la culpa es de Ada Colau. Menos hablar y más hacer cosas. Si yo fuera abogado de las víctimas (agárrense a la piedad cristiana del cura), estaría planteando una denuncia contra el Ayuntamiento de Barcelona por «cooperación». Por «cooperación con el atentado terrorista».

El tono acusador de la homilía huele terriblemente a preconciliar. El comunismo es una amenaza. Insiste el cura Santiago Martín que Manuela Carmena y Ada Colau no han puestos bolardos y por ende ello les convierte en culpables cooperantes del terrorismo y lo confirman insistiendo en que ambas militan en un partido comunista. Insta a los fieles de su parroquia a iniciar una «guerra santa» en los diarios afines denunciando la «cooperación de Ada Colau y de Manuela Camena» e insiste en que él ya ha escrito la suya en el ABC.

Ni siquiera le valen los minutos de silencio por las víctimas a este gañán, ya que estos son agnósticos. A él solo le valen las misas como homenaje a las víctimas.

Me duele en el alma y me avergüenzo como español leer las terroríficas pintadas que he visto en mezquitas musulmanas. Unos asesinatos de unos niños transformados en sanguinarios asesinos no pueden condenar a toda una comunidad. Tiene que existir un punto intermedio entre la regulación de estos imanes y la extrema derecha islamofóbica española, que gracias a dios, también son menos como los terroristas islámicos. Por favor, paremos esta absurda guerra, y dejemos a las fuerzas de seguridad del estado que actúen y tomen las medidas preventivas contra estos desalmados.

Y finalmente condeno con todas mis fuerzas el uso político que ciertos personajes le están dando a esta terrible masacre. Ni el independentismo ni nada. No todo vale.

Y si hablamos de religión, son más cosas las que nos unen que las que nos separan.