El 20 de marzo de 2003, tropas mayoritariamente estadounidenses y británicas bombardearon Bagdad, capital de Iraq, dando comienzo a una guerra. En ésta, se enfrentaron las tropas aliadas contra las débiles iraquíes, siendo vencedoras las primeras desde el comienzo debido a su espectacular fuerza militar. El 9 de julio fue tomada Bagdad y seis días después se da por finalizado el conflicto. El presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, junto con Inglaterra y España como principales aliados, inició una guerra cuyos motivos nunca estuvieron lo suficientemente claros. Será por esto o por no tener los argumentos del Presidente (las armas de destrucción masiva iraquíes) el suficiente peso para justificar la muerte de miles de personas, tanto civiles como militares. La opinión pública mundial siempre estuvo en contra de la invasión al país. ¿Fue el verdadero motivo de la guerra la posesión de armas de destrucción masiva por parte del gobierno liderado por Saddam Hussein o la violación de derechos humanos por parte del mismo? El 9 de julio de 2004, casi a un año de finalizada la guerra, el senador Rockefeller, en representación del Senado de los Estados Unidos, comunicó a todo el mundo que la CIA había entregado a la Casa Blanca información «exagerada o falsa» sobre la presencia de armas de destrucción masiva en Iraq. Los comunicados de los inspectores de las Naciones Unidas, la investigación realizada en el territorio iraquí por parte de los soldados estadounidenses y el informe del Senado refutan al gobierno de los Estados Unidos sobre la presencia de armas. Este argumento fue acompañado por otros, como los posibles lazos de Saddam Hussein con Al Qaeda en la ejecución de los atentados a las Torres Gemelas, realizado el 11 de septiembre de 2001. La comisión bipartidaria que investiga los mismos informó que no había «evidencia creíble» sobre aquellos lazos, refutando nuevamente al presidente de los Estados Unidos, que esta vez, sí tenía razón.

Sabemos que la información sobre las armas iraquíes era sesgada y obedecía a intereses y ambiciones de los halcones del gobierno republicano, tanto petrolíferos como de armamento ( Dik Cheney y Donald Rumsfeld), a saber, el control de los depósitos iraquíes de petróleo y la puesta a punto de las poderosas armas norteamericanas (la efectividad de los bombardeos con bombas guiadas y misiles de alta precisión, la actuación de comandos de fuerzas especiales para asegurar los pozos de petróleo y la movilidad de los helicópteros Apache).

Se dieron los tres elementos principales: ambición, poder y medios para llevar a cabo los planes depredadores de las multinacionales petrolíferas. El resto de los países que acompañaron a EEUU en la invasión fueron meros comparsas que acabaron pagando muy caro ese acompañamiento, al ser objeto de atentados continuados por parte del ISIS o Estado Islámico. Querer negar la vinculación de los atentados con la venganza por parte de estos musulmanes ultras, cuya pretensión es establecer un estado musulmán aplicando la ley sharia, todo un sistema de leyes, normas y castigos para aquellos que no son de una estricta observancia de unas leyes que se interpretan de modo muy extremista, es querer negar la realidad. La venganza es uno de esos preceptos. Y a falta de un ejército organizado, captan adeptos por todos los países, especialmente jóvenes, prometiéndoles un sentido a su vida que en sus entornos cercanos no la tienen. Los imanes son los que hacen de correa de transmisión. Los medios que utilizan son la fe en unos códigos muy estrictos, grandes promesas de felicidad y, mientras, dinero para satisfacer sus necesidades. Sin estos términos, ambición, poder y medios, no se entienden los atentados.