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Paradojas

Lunes: Las plañideras

No sé dónde leí que sólo los alemanes son capaces de dar una conferencia inaugural sobre un atentado, aunque es evidente que el autor no había cruzado los Pirineos. Un analista ha destacado las similitudes entre el 11-M y el magnicidio de Barcelona, una comparación rigurosa si prescindimos de algunos matices superfluos: en Madrid todavía buscan al inductor y en Barcelona han recuperado los restos dinamitados de un imán; nadie sabe quién fabricó las bombas del 11-M y a la célula catalana le estallaron las suyas en el garaje; por último, las actividades de ésta pasaron desapercibidas mientras que los islamistas del 11-M eran una reata de sospechosos habituales y confidentes. Yo creo que el único parecido entre ambos atentados son las reacciones, es decir, cómo organizar en perfecto desacuerdo manifestaciones, homenajes y demás liturgia fúnebre: lemas, asistentes, declaraciones institucionales y lealtad apartidista, la fórmula sofisticada con que se advierte contra la manipulación política de una tragedia. Por ejemplo, el «conseller» de Interior ha distinguido entre víctimas catalanas y españolas sin molestarse en averiguar si eran hinchas del «procés» o españolazos irrecuperables.

Martes: A mí la legión

Es absurdo, y prohibitivo, cubrir todo el callejero de bolardos, pero aconsejable diseminarlos por los lugares más apetecibles para un conductor chalado. La alcaldesa Colau descartó este riesgo por postureo progresista de última generación que los medios catalanes apenas han recordado. También han comparado la actuación más memorable de los Mossos, el tiroteo en Cambrils, con la muerte del último terrorista, un genio a quien una vieja descubrió entre unas viñas con ropa de invierno en pleno agosto. Lo ocurrido en Cambrils supera la fantasía del guionista más incontrolado de Hollywood: un agente abate a cuatro terroristas tras una persecución al volante. Al principio se aludió vagamente a una «mosso» armada con su pistola reglamentaria; más tarde, se aclaró con sordina que el héroe era un exlegionario que había utilizado un fusil de combate, los ingredientes inexcusables del final feliz: pericia profesional y medios adecuados. Es probable que este «mosso» salvara las vidas de algunos niños aquella noche. Adviertan la paradoja de que resultaría inimaginable que explicara ese milagro en el «Salón para la Infancia» de Barcelona. Bueno, ni en el salón de plenos: además de los bolardos, a la alcaldesa tampoco le gustan las armas.

Miércoles: Sin tregua

Cualquiera podía maliciarse que el atentado de Barcelona degeneraría en una competición de insinuaciones, pero la proximidad del referéndum la está visualizando con demasiada brusquedad. Frente al autismo de los medios catalanes, el resto destaca la pasividad con que los «Mossos» reaccionaron a las advertencias de la policía belga sobre las andanzas del imán de Ripoll o la falta de colaboración entre los cuerpos de seguridad, una recriminación en cualquier caso pintoresca cuando parece evidente que la Generalitat se ha esforzado en acaparar las investigaciones. También hay episodios chuscos como que desde TV3 se anuncie con timbales que la Generalitat ha pedido a la Casa Real que no exhiba las fotografías del rey con los heridos. Aunque la Casa Real ha precisado que éstos dieron su autorización, lo que realmente irrita a la Generalitat es la gira hospitalaria, no la intimidad de las víctimas. Con estos prolegómenos, la manifestación del sábado puede convertirse en una de esas bodas en las que el sacerdote debe separar a los padrinos durante el convite.

Jueves: El buen Mohamed

La redacción de la revista satírica Charlie Hebdo fue ametrallada hace dos años por unos islamistas que decidieron castigar la irreverencia de la publicación. Murieron doce redactores y un policía que vigilaba la entrada del edificio, pero Charlie Hebdo no ha renunciado a la acidez y su portada de esta semana homenajea a las víctimas de Barcelona con una viñeta pendenciera: los cuerpos de dos personas agonizantes junto a una furgoneta y la frase «Islam, una religión de paz?eterna». A diferencia de la seudointelectualidad española, que es anticatólica pero complaciente con otras religiones bajo la coartada del multiculturalismo (esos velos de nuestras enviadas especiales), Charlie Hebdo desprecia por igual las supercherías del catolicismo, la mojigatería calvinista y la intolerancia musulmana. Esto al menos les hace ser coherentes (y temerarios, claro está), pero también imprecisos: hay católicos, calvinistas y musulmanes pacíficos y racionales cuya fe no les impele a evangelizar o exterminar a los impíos. La inconsistencia de la portada se demuestra con la hipótesis verosímil de que una de las víctimas de Barcelona podría haber sido un musulmán tan devoto como ciudadano cabal.

Viernes: Clamor social

Por fin, una cuestión de Estado: Rajoy comparecerá en un pleno extraordinario del Congreso sobre la trama «Gürtel». La corrupción es la segunda preocupación de los españoles tras el paro y ambas responden a sensaciones: no existe un índice de corrupción que permita objetivar su gravedad y el temor al paro también sería la principal preocupación en una situación idílica de pleno empleo. Esto las convierte en instrumentos idóneos para el juego político. Realmente, los dos problemas más tangibles son el terrorismo y Cataluña, pero nadie imagina la convocatoria de plenos extraordinarios para debatirlos y esto es así porque exigiría concreción, mientras que la corrupción y el paro pueden aliñarse al gusto con estadísticas cruzadas de un año a otro o recortes de prensa. Rajoy no va a añadir nada a su declaración judicial, suponiendo que dijera algo en la Audiencia, y la oposición previsiblemente seguirá ejecutando sus nada sutiles piruetas sobre responsabilidades jurídicas y políticas. El resultado será otra sesión agropecuaria en la que Hernando e Iglesias rivalizarán en ingeniosos chascarrillos desde la tribuna y Sánchez desde su cuenta de «Twitter».

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