Los enemigos han desempeñado siempre un destacado papel a lo largo de la historia, en todas las sociedades, culturas y pueblos. Como señaló el escritor y filósofo Umberto Eco en su obra «Construir al enemigo», disponer de enemigos es importante no sólo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con el cual medir nuestro sistema de valores, hasta el punto que, sostenía este autor, es necesario tener siempre a mano uno en quien poder descargar nuestras debilidades y carencias, de manera que si ese enemigo no existiera habría que crearlo. Tener enemigos parece dar sentido a nuestra vida al poder atribuirles nuestros miedos, temores y prejuicios, al tiempo que personifican los males y riesgos que amenazan la existencia.

La falta de enemigos en la historia de la evolución animal ha llevado a algunas especies a extinguirse por la ausencia de estímulos para la renovación y mejora. De hecho, una llamativa anécdota cuenta que tras la disolución de la Unión Soviética y en pleno proceso de negociación sobre el armamento nuclear de este país, el científico y académico ruso Alexei Arbatov dijo a los estadounidenses, «acabamos de hacerles a ustedes algo mucho peor que cuando les amenazábamos con nuestros misiles nucleares, los hemos dejado sin el gran enemigo». Bien es cierto que poco tardaron los Estados Unidos en buscar otros muchos por el mundo, con buena parte de los cuales mantiene hostilidades de distinta naturaleza. Y es que los enemigos también desempeñan un papel crucial para mantener la cohesión del grupo y desviar la atención sobre otros asuntos de los que no se quiere que se preste atención. Ahora, con una cierta perspectiva, entendemos mucho mejor todos esos enemigos que durante años fabricó el Partido Popular en la Comunitat Valenciana, a base de acusar a los catalanes de robarnos el agua y a Zapatero de quitarnos el dinero de nuestra financiación, mientras el Gobierno valenciano era el cobijo de delincuentes, muchos de los cuales inundan con sus sumarios los juzgados y algunos incluso ya cumplen condena, extendiéndose la malversación, el derroche y la desviación de recursos públicos.

Por Alicante nunca hemos andado mal de enemigos, hasta el punto de contar con una larga lista que cubren un universo muy amplio de materias. El primero y más importante ha sido siempre València, el Cap y Casal, que sirve para todo. Los alicantinos se sienten discriminados históricamente por los valencianos, un sentimiento que con el paso de los años ha aumentado, no sin motivos, y que lejos de detenerse o reducirse no para de crecer. Pero lo cierto es que València es un recurso muy sencillo para explicar muchas de nuestras carencias o problemas. ¿Que tenemos la ciudad hecha un asco? La culpa es de València. ¿Que no tenemos dinero para inversiones? Se lo ha llevado todo València. Si las Hogueras no tienen la adecuada proyección y reconocimiento las Fallas son las culpables, de la misma manera que si la ciudad carece de equipamientos esenciales es porque se han hecho en València.

Pero no es el único, ni mucho menos. Elche también es otro enemigo histórico, su ciudad, su Ayuntamiento y hasta su equipo de fútbol suelen también centrar odios y rechazos históricos de los alicantinos alimentados en no pocas ocasiones por unos responsables políticos de cortos vuelos. Sin olvidarnos de los sufridos madrileños, sobre quienes suelen escucharse comentarios despectivos que les culpabilizan de no se saben bien cuantos males. Sin embargo, la lista es todavía muy larga porque no podemos olvidarnos de los catalanes que parecen querer invadirnos, de todos aquellos que nos roban un agua que no es nuestra, de los valencianoparlantes a los que se les culpa de defender su lengua y su cultura, y hasta en la Universitat d'Alacant se siguen escuchando referencias a la Universidad Miguel Hernández, de Elche, como si fueran ladrones de pueblo que hace años nos robaron un cerdo y a los que nunca se lo perdonaremos. Así que enemigos no nos faltan a los alicantinos, vamos bien servidos y rara es la semana en la que no escuchamos alguna declaración donde se echa mano de ellos.

Ahora bien, más allá de razones psicobiosociales en la creación imaginaria de esos enemigos, bueno sería que los alicantinos tratáramos de mirarnos ante el espejo y fuéramos conscientes de nuestras limitaciones, insuficiencias e incluso de la dejación que con frecuencia hemos hecho de aspectos clave de nuestra ciudad, de la economía, de la sociedad, del patrimonio cultural, arquitectónico y artístico. En lugar de poner tantos esfuerzos en construir enemigos sobre los que proyectamos tantos odios irracionales, echándoles la culpa de nuestros problemas, bien haríamos en dedicar nuestras energías a mejorar y construir una mejor ciudad y una mejor sociedad. Dejemos de buscar enemigos para todo aquello que es una responsabilidad exclusivamente nuestra.

@carlosgomezgil