Disientan de esto leer si intuyen que dentro se encuentra un panegírico ideológico que aprovecha la masacre ocurrida en Barcelona para tomar partido en el pulso entre los independentistas y el Estado central, nada más lejos, sólo me interesan los muertos, heridos, familiares y los sentimientos de todos los que aquí vivimos, sin camisetas con colores que identifiquen a los gladiadores.

«Al llegar a las Ramblas advertía que la ciudad había quedado suspendida en un instante infinito. Las gentes habían detenido el paso y congeladas como figuras en una vieja fotografía. Una palabra que alzaba el vuelo dibujaba apenas el esbozo borroso de un batir de alas. Briznas de polen flotaban inmóviles en el aire como luz en polvo. El agua de la fuente de Canaletas brillaba en el vacío y parecía un collar de lágrimas de cristal».

Así da comienzo el último libro de Carlos Ruiz Zafón, El laberinto de los espíritus, que, como sus predecesores de la saga, se desarrolla en Barcelona en los años 50. No soy capaz de ponerme en la piel del autor, un enamorado de dicha ciudad, releyendo ese párrafo escrito con otra finalidad bien distinta, pero que describe a la perfección la execrable foto de hace unos días.

Y cuando es llegado el tiempo de llorar por los caídos, estudiar porqué se ha producido los hechos que han radicalizado a unos jóvenes integrados y sin aparentes problemas económicos, adoptar medidas de inteligencia de «todas» las fuerzas de orden público, del CNI, colaboración con otros países, y prevenir futuras tragedias en busca de una seguridad que todos sabemos nunca será absoluta, ya que los lobos solitarios no actúan en manada y son mucho más difíciles de detectar, algunos se enfundan sus camisetas con el logo bien visible y empieza otra vez el ruido que a todos nos confunde y desorienta, si bien la realidad es la realidad y no la que quisiéramos, y no por difundir miles de veces una mentira, ésta se convierte en verdad irrefutable.

Les reproduzco sin adendas algunos de los titulares recientes:

- Los mossos fueron informados por los belgas de las sospechas sobre el Imán de Ripoll.

- El ministro del Interior no tiene constancia de momento de que la Guardia Civil o la Policía recibiesen comunicaciones de Bélgica.

- Un sindicato de la Policía Nacional y otro de la Guardia Civil denuncian «el aislamiento» sufrido durante la investigación.

- Policías y guardias civiles dicen que «si se hubiera investigado bien» en Alcanar se habría visto la preparación de un ataque.

- El juez suspendió la expulsión del imán de Ripoll por su «esfuerzo para integrarse» y un arraigo de seis años. El Juzgado Contencioso 2 de Castellón no detectó que Abdelbaki es Satty fuera una «amenaza real».

- El Gobierno no recurrió la sentencia que anuló la expulsión del imán.

- El imán de Ripoll era «amigo» o «conocido» de detenidos por el 11-M.

- La CUP no irá a la manifestación contra el terrorismo si va el Rey.

- La diputada Mireia Boya afirma que Felipe VI financia el terrorismo islamista.

- El consejero catalán de Interior separa entre víctimas del atentado catalanas y españolas.

- Barcelona prescindió de los bolardos en La Rambla y optó por reforzar la vigilancia.

- El partido de Colau muestra una carta de Interior que pedía bolardos solo en Navidad.

- Un cura critica a Colau por «cooperar» con los terroristas.

- Un imán belga: «Vino a buscar trabajo pero desapareció cuando le pidieron sus antecedentes penales».

- El niño australiano que daban por desaparecido, entre los fallecidos.

- El recibimiento de los presos a uno de los terroristas detenidos: «Te vamos a rajar cuando salgas al patio».

No lo pudo describir mejor Juan Cruz en su artículo Celtiberia show después del estupor: «No estamos preparados para el estupor. Lo sentimos, lo compartimos, nos abrazamos. Y, al cabo, discutimos en medio del estupor; alcanzamos los decibelios de lo ridículo creyendo que estamos en el campo magnético de lo solemne. Y cuando ya se dispersan las lágrimas empezamos a mirar de reojo al prójimo, que en seguida vuelve a ser el diferente, el otro, el enemigo. El que permitió hacerlo, el que lo hizo».

Los animales matan para sobrevivir y así los despojos entran en la cadena alimenticia de otras especies, haciendo bueno el dicho de que de la muerte animal surge la vida, pero la especie por antonomasia, la humana, es la mayor depredadora, destruye personas e ideales, conduce al planeta y sus océanos a una cada vez más cercana extinción, y asola nuestras ramblas en avenidas de ira y odio. Ya no sé qué pensar del milagro de la evolución, la inteligencia.