El yihadismo es, según Miguel Peraldo, psicólogo y presidente de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP), la rama más violenta y radical dentro del islamismo. Una organización que genera altísimos niveles de dependencia en sus adeptos.

Y es que, aunque apenas se hable de ello, y ni siquiera exista una legislación oficial, las sectas proliferan cada año. Muchas de ellas son inofensivas, se limitan a generar y transmitir creencias, generalmente relacionadas con la salud, las sanaciones o las terapias de tradición orientalista. Pero también existen aquellas que incitan directamente a sus adeptos a cometer delitos violentos.

Según la AIIAP, en España más de medio millón de personas están siendo víctimas de alguna clase de secta. Sólo en Madrid operan 200, pero también son muy frecuentes en Costa del Sol, Málaga, Valencia, Barcelona o las Islas Canarias. De cara al público, la mayoría se presenta como centros que divulgan información sobre conceptos poco conocidos (física cuántica aplicada a la salud, bioneuroemoción, nueva medicina, constelaciones familiares?), postulándose como una alternativa a las creencias tradicionales, pero en realidad no son verdaderos expertos en estos temas, sólo los utilizan con fines lucrativos.

Una buena manera de estar protegido ante ellas es conocer su modo de actuar. En primer lugar, se centran casi invariablemente en personas con baja autoestima, con malas relaciones familiares, con grandes frustraciones y un interés marcado por pensamientos exotéricos.

El modo de acercarse a la víctima ha variado en los últimos años. Cada vez es más frecuente el uso de las redes sociales para establecer contacto. Por ello, los más vulnerables a este tipo de organizaciones son los adolescentes en sus propias casas, sin tener que salir de su habitación, donde sus padres, ajenos a todo, creen que su hijo está a salvo.

Un método común es el enamoramiento. Un miembro atractivo de la secta se encarga de seducir a la víctima. Ha seleccionado a alguien que está pasando por un mal momento personal, y le enaltece, le hace sentir alguien especial, y va creando, poco a poco, una relación de dependencia. Le pide que guarde secretos, que oculte información a su familia, que se distancie de ellos. Le generan ilusiones relacionadas con llegar a ser alguien especial, un elegido para una misión. Finalmente le exigen que salga de su entorno y se marche a vivir con ellos. Le aportan toda la información necesaria para conseguir que sus familiares no les puedan encontrar.

Urge, por todo ello, crear una legislación específica para regular este tipo de organizaciones, y estar atento a los primeros indicios de coerción que encontremos en nuestro camino.