¡Sí, socio! Te paras a pensarlo y, aunque sea rebuscada y absurda la conclusión a la que se puede llegar, esto es lo que suele pasar en una república bananera y, si me apuras, ni siquiera eso, porque hasta en las repúblicas bananeras, aunque no es habitual, se hacen cosas bien; no todas, pero algunas sí. Dicho esto, me viene a la cabeza la película «Bananas», del maestro Woody Allen, en la que el cineasta asegura que, tras un golpe de Estado, las cosas iban a cambiar, hasta el punto de que, pese a que la peli se desarrolla en un «país de habla castellana», el golpista, que encarna el propio Allen, dice que «a partir de ahora el idioma nacional será el sueco» -¡toma ya!- y que «será obligatorio cambiarse la ropa interior por lo menos una vez a la semana, por lo que, para saber si se hace, se llevará por fuera». ¡Acojonante!

Durante todo el año, y sobre todo en verano -cuando acompaña el tiempo- mogollón de pateras llegan a nuestras costas. ¡La madre que me parió! ¿Es posible que una enclenque «embarcasión» llegue, del tirón, a nuestro litoral desde el norte de África? ¡Vamos anda; no me jodas tuerto, que tú ves! Siempre he mantenido que las mafias que trafican con personas tienen la infraestructura suficiente para, mediante barcos nodriza, acercar a los «menesterosos» a nuestras costas y luego «soltarlos» para que se busquen la vida, aún sin saber nadar. ¿Cómo es posible que una «barcasa» tercermundista llegue a Torrevieja, Orihuela Costa, La Torre, Santa Pola, Guardamar o Tabarca? ¡Es poco creíble, pero lo cierto es que llegan!

En Bigastro -no sé si os habéis parado a pensarlo y, si lo habéis hecho, no sé si se os ha escapado una sonrisa nada maliciosa- tienen una forma muy «sui generis» de pronunciar las «h»; ¿verdad, Benja? Ellos, utilizan una especie de «h» aspirada para decir «ocho» o «coche». «He venío en el coye de la oyo» (no sé si se escribiría así, pero sirva como ejemplo para entendernos). A los bigastrenses les sale «per se», mientras que a nosotros nos suena extraño y, aún más, no nos sale ni queriendo, lo que no quiere decir que esté mal dicho, sino que nosotros lo vemos «grasioso» y característico del pueblo de José Joaquín Moya. Es como cuando los andaluces utilizan ese castellano que tanta gracia nos hace al resto de españoles, incluso a los catalanes, que son españoles del noreste, territorio que, en su día, formó parte del Reino de Aragón y cuyo señor feudal era el Conde de Barcelona (el último fue Don Juan, padre de Juan Carlos I y abuelo de Felipe VI); es decir, su historia está directamente relacionada/vinculada/ligada con la de Ramiro I, que, en 1035, unificó los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en el Reino de Aragón y que en 1707, cuando Felipe V promulgó los Decretos de Nueva Planta, se integró en el Reino de España, aunque la unificación propiamente dicha se «formalizó» con el casorio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los Reyes Católicos. ¡Vaya una paja mental que me acabo de cascar! ¡De algo me tiene que servir que me guste la historia!

Pero -siguiendo con mi particular gallarda- estoy a punto de concluir, después de una tremenda tormenta de ideas, que alguna patera tiene que haber llegado hasta la Muy Noble, Leal y Siempre Fiel Ciudad de Orihuela, remontando el Tháder (río Segura), desde Guardamar, pasando por Rojales, hasta la «mismica» trasera del Ateneo Cultural Casino Orcelitano, que, ahora, preside Javier Vidal, cargo que «heredó» de su hermano Pablo, quien, a su vez, reemplazó al también leguleyo José Vicente Escudero. ¡Joder, estoy sembrao! ¡Viva Pedro Armengol y señora, claro!

Y, si alguna patera arribó hasta el mismo corazón de «Origüelica» del Señor, ¿a qué hora llegó la que traía a algunos miembros de la Corporación Municipal? Porque, ¡ya me explicaréis a qué responde la forma de ser y actuar, tan propia de una república bananera, de los munícipes que «tan desinteresadamente» -jejeje- nos desgobiernan y que tantos ríos de tinta y horas de radio han ocupado -y lo que te rondaré, morena- en los medios de comunicación! ¿Habrá llegado en la de las «oyo»? ¡La Virgen Santa!

Lo de la peli de Woody Allen es un calco de lo que pasa en «su pueblo y el mío» -perdona Miguel (Hernández)-, por lo que muchos están valorando muy seriamente empadronarse, por ejemplo, en Abanilla, con tal de no dar una imagen tan patética como la que se está dando desde Palacio y evitar así que en la «contorná» se piense que el oriolano de a pie es igual que «el señor feudal» que pulula por los pasillos de la Casona de la Esquina del Pavo como «alma en pena». Sin embargo, podemos decir -con la cabeza bien alta- «tú no eres mi padre (como en «La Guerra de las Galaxias»). Por cierto -hablando de padres-, ¿sabéis que han exhumado el cuerpo de Salvador Dalí para hacerle pruebas de ADN y determinar la supuesta paternidad de una chica? Pues resulta que no; ¡la muchacha es hija de Julio Iglesias! ¡Dulsísimo Nombre de Jesús!. Está claro, ¡el que no quiera polvo que no vaya a la era!