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Crítica de arte

Los Madrazo. II

Siguiendo con el análisis crítico de la pintura de los Madrazo, exposición que nos ofrece el MUBAG durante todo el verano, si la semana pasada aprovechamos esta oportunidad para distinguir la buena de la mala pintura, ante muestras evidentes de ambas, esta semana plantearemos una cuestión obligada ante cualquier exposición de arte: ¿Qué sentido tiene mostrar esta pintura, en estos momentos y en Alicante?

En los retratos realizados por los diferentes miembros la saga, se puede apreciar que la valoración del rostro es su esencial preocupación, como principal interés del cliente, pero no hay aventuras estilísticas en ellos, ni siquiera en los realizados por Federico, que, influido por su maestro Ingres, entiende que la pintura debe tener una dimensión más coherente en la proporción y en el dominio del dibujo. Federico, a pesar de ser el director del Museo del Prado durante años, no tuvo la capacidad o el interés de establecer las condiciones para el intercambio de ideas, para el debate y la investigación, para plantear algún tipo de modernidad en nuestro país, entre los artistas de la época, seguramente ante la incomprensión de la sociedad que apoyaba el estilo de vida de su familia. Teniendo en cuenta esta realidad histórica tan determinante en su pintura, qué sentido tiene mostrar su obra sin una comparativa con lo que estaban haciendo otros pintores, que sí arriesgaron algo más en la búsqueda de expresiones no complacientes con una sociedad, que, en el poder, reaccionó negativamente contra todo signo de ruptura. O ¿por qué no se realiza un seguimiento de la evolución de la pintura, para entender realmente la dimensión del ejercicio realizado por los Madrazo? Los Madrazo, instalados en las instituciones, como el Prado o la Academia de San Fernando, marcaron las pautas, y la pintura en España no evolucionó o asumió muy tardíamente los cambios que los pintores buscaron en París, en la pintura de los refuseés. Así este país lleva muchos años de retraso y exposiciones como estas, en las que no se analiza lo que ha pasado, hacen de este gran desconocimiento la pauta a seguir, es decir, seguiremos igual, sin tener un conocimiento del valor de lo ocurrido. Pero tan solo debemos preguntarnos cuál ha sido la influencia de los Madrazo en la pintura, además de consolidar en las escuelas el cultivo del virtuosismo, y con ello, la negación de la modernidad.

Esta exposición, como todas, no pueden considerarse un gesto ingenuo y sin repercusión social o cultural, pues se está valorando lo que fue una concepción inmovilista, la cerrazón de España a la modernidad, al progreso. Y lo que se exige a un museo de Bellas Artes es que haga una revisión rigurosa, un contraste real y una actualización crítica de las obras, para entender por qué el arte actual está donde está, cuáles han sido las miradas y las obras que lo han hecho posible.

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