El horrendo atentado terrorista perpetrado en la ciudad de Barcelona es uno de los métodos criminales que viene empleando Daesh en los últimos tiempos para sembrar terror, miedo y desconfianza en las sociedades democráticas. Y Barcelona, ciudad cosmopolita por excelencia española, fue la elegida en medio de un escenario de incertidumbre ante el anunciado referéndum separatista.

Barcelona tiene más de medio millón de musulmanes y es la ciudad de Cataluña que presenta «casi un tercio del valor de riesgo de todo el territorio nacional». El peligro del yihadismo radical musulmán en «Cataluña duplica a Andalucía que tiene un millón más de habitantes y de València y Madrid». «La afirmación no es resultado de análisis de los servicios de información e inteligencia españoles, sino de la aplicación de una herramienta diseñada por el Ministerio del Interior» para identificar y prevenir la radicalización violenta.

Como Londres, Barcelona es una de las dos capitales más importantes de España, es una urbe multirracial donde conviven culturas que hablan diferentes idiomas, es la segunda ciudad más grande de España, la ciudad de los Juegos Olímpicos, uno de los centros importantes en el ámbito de la cultura, la arquitectura, la educación, la industria, la moda, y por supuesto las finanzas, los medios de comunicación, la investigación, el turismo. Su sistema aeroportuario es uno de los más concurridos de Europa. Varias de sus universidades están entre los centros de estudios superiores de toda Europa.

Este execrable y violento asesinato es una muestra más de la idiosincrasia del fanatismo religioso o ideológico, el cual busca sufrimientos y muertes para imponer el terror. Este cruel asesinato en el seno de una de las capitales españolas de mayor turismo no es casual y es caldo de cultivo para la ultraderecha, el populismo, el separatismo, la xenofobia y la islamofobia.

Dar una respuesta a las causas de este terror es complejo y riguroso por la magnitud de los hechos y las características de su actuación, no es sólo causa de unos fanáticos, ni consecuencia de una maniobra terrorista aislada, sino que es una demostración más de la radicalización yihadista en España, de la cual los servicios de inteligencia españoles, catalanes y europeos, están evaluando y se requerirá una posterior reflexión sopesada por esos órganos para dar una opinión definitiva.

Es conocido que el yihadismo o terrorismo islámico no es una enfermedad mental ni una psicopatía, es un proceso que tiene antecedentes sociológicos, de convivencia e integración a las sociedades occidentales. Son fundamentalmente jóvenes nacidos entre dos culturas carentes de proyectos de vida, con un discurso fatalista del futuro, sin aspiraciones y sin arraigo social.

En España se han configurado unas generaciones perdidas, nacidas en el desarraigo migratorio y bajo un fracasado programa de inserción a la sociedad democrática. No obstante, los yihadistas suelen aprovecharse también de enfermos y criminales.

Las debilidades políticas también son aprovechadas por el Daesh, léase «referéndum», y por la ultraderecha, que con ese pretexto lanza mensajes en defensa del nacionalismo, el separatismo y contra la inmigración.

Si no actuamos como un solo país, nos dividimos, y ahí es donde estaría nuestra debilidad para enfrentar este mal con el cual tendremos que convivir en nuestra propia sociedad.

Lo acontecido en Barcelona se gestó bajo la incertidumbre de un anunciado «referéndum» en un complicado escenario donde los datos apuntan a que Cataluña concentra el mayor volumen de población musulmana de todas las comunidades, lo que supone más de un 20 por ciento del total de España. Es también la que tiene un mayor número de oratorios islámicos o mezquitas, con 268, casi el 20 por ciento de los que hay en todo el territorio nacional.

Aunque resulta evidente que existen diferentes categorías socio-étnicas de las que los reclutadores se sirven para romper el hilo de cohesión entre el individuo y la sociedad, son en su mayoría jóvenes en ruptura con su entorno social, los más vulnerables a ser captados por el discurso radical, aventurero y «humanista reivindicativo» que sirve de argumento sentimental tanto para atraer a hombres como a mujeres.

El Daesh, en su estrategia, busca protagonismo, y Barcelona fue el escenario desgraciadamente ideal para el terror.