Nadie afirmó, antes de que sucedieran los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils, que España estuviera fuera del alcance de la ola de terror que asola Europa desde hace cinco años. El nivel de riesgo 4 en el que estábamos, que metafóricamente expresa la potencialidad que tiene cada país de sufrir un atentado terrorista, manifestaba una alta probabilidad que ahora se ha concretado. Sin embargo, sí se decía que en España la experiencia policial de lucha contra el terrorismo y, en particular, el cuerpo legal desarrollado durante décadas de experiencia antiterrorista que había permitido la detención de múltiples personas «radicalizadas», nos situaba en un escenario algo mejor para la lucha eficaz contra el terrorismo que el de otros países que veían el terrorismo, hasta que lo han sufrido, como algo lejano. Ahora que el horror ha llegado a nuestras puertas, ¿podemos decir que esto era falso, que no estábamos preparados para luchar eficazmente contra el terror?

España cuenta, además de un marco legal moderno adaptado a las nuevas necesidades de lucha contra la radicalización y contra el terrorismo y de unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado totalmente preparados para hacer frente a cualquier amenaza de este tipo y para intervenir, incluso antes, frente a quienes preparan este tipo de atentados, con un Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta (PEN-LCRV). El PEN-LCRV, asume la radicalización violenta como uno de los principales riesgos para la seguridad nacional y busca constituir «un instrumento eficaz de detección temprana y neutralización de los brotes y focos de radicalismo violento, actuando sobre aquellas comunidades, colectivos o individuos en situación de riesgo o vulnerabilidad». El plan distingue tres áreas de actuación esenciales: A nivel interno, y si bien afecta a todo el territorio nacional, el municipio es el principal escenario de actuación, para lo cual el plan diseña grupos locales de lucha contra la radicalización violenta coordinados por las Fuerzas de Seguridad en el ámbito local y que, bajo la supervisión del Grupo Nacional, integrarán al resto de sectores sociales locales para conocer, prevenir y tratar los focos detectados. A nivel externo, el plan prevé la coordinación de la acción exterior del Estado con otras fuerzas y cuerpos de seguridad de otros Estados para luchar eficazmente contra un fenómeno tan claramente transnacional. Finalmente, a nivel de ciberespacio, el PEN-LCRV sitúa en la Unidad de Tratamiento de la Red el análisis de toda la información obtenida por el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) y relacionada con la radicalización yihadista a través de redes sociales y otros canales de Internet para actuar antes de que surja el proceso de radicalización, durante el mismo y después, cuando el proceso radicalizador ha culminado y resulta esencial intervenir para evitar los atentados terroristas.

De nuevo, pues, cabe preguntarnos si lo acontecido en Barcelona y Cambrils contradice la idea de que tenemos un marco legal, social y policial eficaz de lucha contra el terrorismo y la radicalización. A mi parecer, no. Incluso hoy podemos decir que en España disponemos de un marco adecuado para luchar contra el terrorismo yihadista. Pero entre el «riesgo cero», que ya sabemos que no existe, y la «eficacia 100%», que tampoco, debemos seguir creyendo en la existencia de un punto intermedio hacia el que siempre debemos tender. Ese punto, además, no es fijo, sino que se debe ir modificando conforme cambian las amenazas y las herramientas preventivas, tratando de adaptar éstas a las nuevas realidades del terrorismo.

No es este el momento de utilizar el conocimiento a posteriori para hacer crítica política centrándonos en si se adoptó esta u otra medida y si con ello se hubiera evitado el daño, entre otras cosas porque el mal, como el crimen, también se desplaza y se adapta a las circunstancias. Pero sí es el momento de revisar lo que no hicimos para hacerlo ahora, de adelantarnos y pensar lo que podrían hacer en ese caso para tratar de evitarlo también. Es el momento, en definitiva, sin oportunismos ni hipocresía, de seguir haciendo todo lo posible para seguir evitando muchos imposibles que ya se han evitado, aun aceptando que alguno acontecerá. Es obvio que nos esperan tiempos difíciles y que el mal está al acecho, pero no basta con saber que no existe el riesgo 0, sino que es necesario seguir profundizando en la mejora de todo aquello que puede ayudar a prevenir atentados terroristas como los acontecidos en Cataluña.