Sería la Iglesia Católica oriental, la ortodoxa, la primera en celebrar la fiesta de la muerte, resurrección y entrada en los cielos de María, madre de Jesús, que un emperador bizantino, Flavio Mauricio Tiberio, decretó fuera siempre el 15 de agosto. La Iglesia Católica Occidental no desarrolló la teoría de la Asunción de la Virgen, ni la celebraría, hasta el siglo XII, intentando superar el retraso teológico-litúrgico respecto a su hermana al defender que la Virgen no murió, sino que se durmió, y fue llevada al cielo en cuerpo y alma.

La cuestión de si la Virgen María murió y resucitó según la fe primitiva ortodoxa o si se durmió y fue llevada a los cielos en cuerpo y alma ha sido objeto de polémicas teológicas y filosóficas a lo largo de la historia. La Iglesia Occidental zanjó la cuestión doctrinalmente mediante el Dogma de fe proclamado por Pío XII el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus, donde tajantemente se dice que «la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo».

El Misteri d´Elx, cuyo texto en Lengua Valenciana encuentra sus antecedentes en un misteri del Corpus del siglo XIV, conjuga y armoniza las teologías y tradiciones de ambas Iglesias, la oriental y la occidental. La Virgen María muere, tal y como el ángel descendido del cielo, enviado por Dios, le ha anunciado. Se organiza un solemne entierro y estando ella de corpore insepulto otro ángel desciende de lo alto portando el alma de la Virgen, la que al fallecer había subido sola al cielo, para unirla de nuevo al cuerpo sin vida de María y resucitada llevársela hacia arriba, donde le esperan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, culminando la representación del drama sacro-lírico con la coronación de la Virgen por el Padre.

Curiosamente, aunque la Inquisición pidió el texto manuscrito que custodiaba el Consell de la Vila para las representaciones, no se percató de este matiz teológico del texto autóctono que armonizaba las diferentes posturas de las Iglesias Oriental y Occidental sobre el final de la vida humana de la Virgen María. Consta al menos que en 1625, Honorat Martí de Montsí, caballero del Santo Oficio en Orihuela, pidió al ilicitano Gaspar Soler Chacón una copia del texto de la Festa para dar el nihil obstat a su contenido, si respondía a lo que enseñaba la Iglesia. O no se dio cuenta que el Misteri decía algo muy razonable y lógico: que la Virgen murió y resucitó al igual que le pasó a Jesús, teoría de la Iglesia ortodoxa, en contra del parecer de la Iglesia de Roma, que afirma que no muere y es trasunta al cielo en cuerpo y alma, o que le pareció bien esta simbiosis, esta unión de teorías teológicas, una propuesta de solución a la contienda teológica, que sigue manteniendo nuestro Misteri.

Dios mediante un ángel, descendido desde los cielos por la mangrana, anuncia a María su cercana muerte. Es decir, muere. Tras la muerte de María, otros ángeles llegados del cielo bajan a recoger el alma de María. Posteriormente, otros ángeles descienden de nuevo para unir el alma de María a su cuerpo y llevarla a los cielos resucitada, donde es coronada Reina de la Creación. Todo un Tratado Mariológico.