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Joaquín Rábago

El embrollo libio

Por si no hubiera suficiente con la existencia de dos gobiernos que se hacen la guerra y de milicias dedicadas al tráfico de seres humanos, Libia es de nuevo escenario de las rivalidades europeas por el gas y el petróleo.

Italia, la antigua potencia colonial, vinculada a ese país norteafricano desde antes incluso de la era fascista, y Francia, con importantes intereses petroleros también en toda la zona, maniobran en ayuda de sus respectivas compañías energéticas .

El nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, dispuesto a no perder el tiempo, se apuntó un tanto al reunir a los dos rivales libios, el primer ministro del Gobierno de Unidad Nacional, único reconocido internacionalmente, Fayez al-Sarraj, y el comandante del Ejército nacional libio, Jalifa Haftar. El apretón de manos de ambos con el presidente francés en el centro, evocando la imagen de la reunión que mantuvieron en 1993 el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el líder palestino Yasser Arafat en presencia de Bill Clinton, pilló de sorpresa al Gobierno italiano.

La visita, al día siguiente, de al-Sarraj a Roma sonó a intento de reparación diplomática y el envío allí acordado de buques de la Armada italiana a aguas libias para intentar frenar el tráfico de refugiados podría interpretarse como reivindicación de la presencia italiana frente al protagonismo francés.

El consejero delegado del mayor operador económico italiano en Libia, el Ente Nacional de Hicrocarburos (Eni) , Claudio Descalzi, llevó allí a cabo gestiones con su colega de la compañía nacional de ese país. La crisis político-militar libia no ha paralizado ni mucho menos las actividades de la sociedad italiana, que sigue extrayendo allí gas y petróleo y mantiene relaciones con las partes enfrentadas.

El miedo del Gobierno italiano, comenta el semanario “L´Espresso”, es que del actual caos libio surja la tentación de dividir el país, lo cual “tendría efectos letales para los intereses (económicos) italianos y positivos, por el contrario, para Francia” y su petrolera Total, así como para Egipto, cuyo gobierno apoya al general Haftar.

El veterano periodista italiano Gigi Riva no cree que el apretón de manos entre los dos rivales libios haya resuelto nada de momento, pero el presidente Macron logró con aquella imagen que dio la vuelta al mundo un “gran dividendo” en perjuicio de Italia. “Sigue así el camino trazado por (su predecesor) Nicolas Sarkozy cuando lanzó sus bombarderos contra (el líder libio) Gadafi con el objetivo secreto de apuntarse tantos ante los futuros gobernantes y favorecer a Total en su perenne rivalidad con el Eni”.

La compañía italiana es el mayor suministrador de gas de Libia, además del mayor productor extranjero de hidrocarburos en todo el territorio libio, país que es a su vez uno de los principales proveedores del petróleo y del gas que consume Italia. Así que mientras que el Gobierno de Paolo Gentiloni se queja con toda la razón del mundo que sus socios europeos la dejan sola con los inmigrantes que llegan por millares a sus costas y busca la forma de frenarlos con el envío de una misión militar, ya sabemos que en el trasfondo de todo está siempre el negocio de los hidrocarburos.

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