Por lo visto, en el Ayuntamiento de Alicante todavía no se han enterado de que la fiesta, en general, es un acontecimiento que emerge del pueblo y no se puede forzar ni imponer, porque de hacerlo, al carecer de una base sólida que la sustente, en poco tiempo desaparece. Así ha ocurrido tradicionalmente con las fiestas de Moros y Cristianos de Alicante. Por los 80, durante una década, y ya en este siglo durante años, se utilizó como pretexto para su celebración la festividad de San Nicolás, patrón de la ciudad, pero cuando sus patrocinadores, la corporación municipal y algunas empresas colaboradoras dejaron de aportar dinero, desapareció.

Recientemente, con el mismo compañero de viaje de los últimos años, la Federación Alicantina de Moros y Cristianos, una entidad que nos tiene acostumbrados a una deficiente organización y a ofrecer una pobre imagen de la fiesta en los actos que organiza, programó, a bombo y platillo, un «desembarco moro» en el que según se manifestaba en prensa: «Han puesto mucho interés el Ayuntamiento y la Federación con la intención de que permanezca». En esta ocasión, y van? el argumento, o excusa, para realizar ese simulacro de fiesta eran los actos programados con motivo de la festividad de la Virgen del Remedio, patrona de la ciudad. Ahora, el Ayuntamiento, en vez de pagar para festejar al patrón, lo hace para la patrona.

En INFORMACIÓN del pasado martes, día 8, se publicó un artículo de Fernando Llopis, Moros y Cristianos en Dunkerque, en el que indica: «Recibí una visita de un alicantino...»: fui yo. La idea del desembarco realizado el día 4 está copiada del proyecto que por el año 1985 redacté conjuntamente con Manuel Tejeda, a petición del entonces alcalde José Luis Lassaletta, a quien también cita en su artículo. Pero el señor Llopis, y quien haya tomado el ejemplo de mi proyecto, ha cogido su literalidad y ha obviado su filosofía, que no conoce. Aquel proyecto se redactó para conmemorar el V Centenario de la ciudad y, aprovechando la coyuntura, potenciar la imagen turística de la ciudad y tratar de unificar, a medio plazo, las fiestas de los barrios. El señor Lassaletta fue un alcalde con ideas y una política definida, que tenía un objetivo muy claro: beneficiar a Alicante.

Como alicantino, quiero que mi ciudad difunda una imagen externa acorde a su categoría, y para ello se deben cuidar las formas. Una de las obligaciones del Ayuntamiento es velar que así se cumpla. No concibo que para incrementarla tenga que pagar ningún simulacro de fiesta, pero si lo hace, debe vigilar estrechamente lo que se hace porque es el nombre de Alicante lo que está en juego. Además, tiene la responsabilidad de la administración del dinero de los alicantinos y su obligación es controlar el gasto en cosas útiles. Apoyo su intervención en el tema de fiestas, para eso está la concejalía, pero únicamente para proponer, planificar, controlar y, si hiciera falta, mediar.

Como festero, pido seriedad y respeto a quienes programan y organizan estos simulacros. Aquel que quiera fiesta que la pague de su propio bolsillo, así pondrá interés en sacar a la calle algo atractivo (la imagen ofrecida en el desfile por el Paseo de Gómiz, mejor no calificarla). Eso lleva un problema aparejado: el festero que paga exige, y no suele aceptar tomar parte en un espectáculo tan pobre como el presenciado el viernes, día 4 de agosto. Haciéndolo de esa forma, sería difícil programar cualquier cosa fuera de las fiestas de los barrios, porque allí son los propios festeros los que se la pagan y son pocos, o casi ninguno, los dispuestos a contribuir en otra fiesta más con la grave crisis que estamos soportando. Lo he manifestado en multitud de ocasiones, y me reafirmo una vez más: la fiesta por barrios no tiene, ni ha tenido nunca, ningún sentido; lo lógico sería que fueran de Alicante. Pero claro, afrontar un tema tan peliagudo como su agrupamiento necesita mucha valentía, y los políticos no se atreven porque, antes de pensar en el beneficio que reportaría a la ciudad, solo valoran que su consecuencia puede llevar acarreada la pérdida de unos cuantos votos.

La actual corporación municipal no parece haber definido una política con la fiesta de Moros y Cristianos. Si su propósito es mantenerla como está actualmente, perfecto; que siga potenciando a los barrios y no se meta, ni se deje arrastrar, para verse involucrada en cuestiones que la contradigan. Si por el contrario tiene una idea diferente, desde que tomó el gobierno municipal ha tenido tiempo suficiente para exponerla y tratar de implantarla, cosa que no ha hecho. Seguramente, porque no la tiene. Señores del gobierno municipal, la fiesta de Moros y Cristianos es algo mucho más serio de lo que vimos el día 4, y el Ayuntamiento no puede convertirla en un títere con el que algunos jueguen a su antojo. El señor Llopis, en su artículo del martes, alababa (quizá por compromiso ya que fue uno de los participantes) la puesta en escena de lo realizado aquel viernes. Es indudable que tenemos una forma muy distinta de apreciar y valorar la fiesta. Creo que Miguel Castelló, a quien conozco sobradamente, también. Su cara durante el desfile era todo un poema.

Estaba convencido de que el tripartito que nos gobierna actualmente pensaría en la ciudad antes que en un pequeño puñado de votos. Desde aquí, les pido que sean valientes ya que el PP nunca lo ha sido. Sienten en una mesa a las partes implicadas y pídanles que diseñen un proyecto de fiesta de Moros y Cristianos para la ciudad, para implantarlo a medio plazo, por ejemplo en 2025. Seguro que hoy día el Ayuntamiento dispone de argumentos suficientes para convencer de la idoneidad del mismo. Ahorraríamos mucho dinero a las arcas municipales y ganaríamos una fiesta grandiosa que podría llegar a ser, en poco tiempo, la envidia de muchos. Para representarla, tenemos un marco envidiable y disponemos del mejor mimbre para hacer un buen cesto. Mientras tanto, déjense de parches y simulacros sin sentido. Alicante, y la fiesta de Moros y Cristianos, merecen otra cosa.