Digamos las cosas como son, los molinos de viento que han ido proliferando por todos nuestros campos son realmente horribles. Al principio nos parecían hasta graciosos, pero la verdad es que hacen daño a la vista. Supongo que habrá quien saque rendimiento de ellos, porque si no no se entendería tal tropelía paisajística. Y no son los únicos atentados contra el paisaje, porque aquí en mi rincón del mundo donde no quiero saber nada de nadie, en Ávila, no se les ha ocurrido otra cosa que plantar dos antenas enormes encima de un monte, antes llamado de las Tres Cruces, adonde se sube en procesión en Semana Santa. La justificación es que todos matamos por la cobertura, pero sinceramente es para darnos de palos y bien fuerte. De hecho, en este pueblo y en muchos otros nunca se miró la estética y, pese a que dejaron a cada cual que construyera las alturas que le vinieran en gana, al final es más o menos resultón, pero es por puro milagro y más por la belleza de los alrededores. Bueno, aunque qué les voy a decir de Alicante, en que el paisaje de la costa se fusiló sin ton ni son desde los años sesenta, porque se ve que la belleza del paisaje nunca ha estado entre las prioridades de los sucesivos gobiernos, locales o autonómicos.

Lo del paisaje es en parte el argumento de los nuevos turismofóbicos, que andan en pie de guerra acosando a los visitantes y marcándolos como en La letra escarlata en los coches de alquiler con molestas pegatinas. En Palma se han puesto las botas. Es cierto que demasiados turistas pueden a la larga cambiar la fisonomía de una ciudad, pero aquí de lo que se trata es de racionalizar la venida de personas y de limitar los abusos de algunas páginas web carroñeras y que no pagan impuestos en España, no de impedirla, puesto que supone un porcentaje superior al 10% del PIB. Gran parte del empleo, tan necesario, está asociado al turismo, por lo que negar su importancia, o bien mostrarse en su contra, demuestra que a muchos no les entra un dedo entre las cejas y la boina. No es casualidad que muchos de estos opositores anti turistas sean militantes del independentismo, haciendo patente que no han viajado y por eso se creen que lo suyo es lo único y lo mejor. Harían bien en leer a Pío Baroja, bueno, que leyeran algo, lo que fuera, siquiera las instrucciones de la consola. Panda de catetos, algunos incluso de capital de provincia, no se crean, que esto del catetismo no distingue lugar de procedencia.