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Frío al atardecer

Galicia es un mundo de microclimas y el de Ortigueira, por desgracia, suele consistir en una nube encima casi siempre. Por desgracia o por suerte, pues aleja a moscones que solo quieren playa y sol. Pero también harta un poco a los asiduos. De ello hablaba el otro día con mis amigos Paco y Asís, del hartazgo climatológico, del hartazgo en general y la vida en particular. Hacía casi tres lustros que no comíamos juntos y solos, y era justo repasar unas cuantas asignaturas pendientes. Muchas quedaron para la próxima convocatoria, porque todo sigue abierto, gracias a los dioses, pendiente de confirmaciones y consumaciones, y porque así son los percebes y las kokochas que Paco preparó con maestría inigualable. También los dulces basados en las recetas de la tía Chicha pusieron lo suyo, y los caldos, pero eso merece capítulo aparte. Hablábamos del tiempo, qué cantidad de horas dedicamos los españoles al monotema. Más en Galicia porque marca nuestros movimientos. Ayer, por ejemplo, no pude ir a leer y a disfrutar del atardecer sentado en la terraza del "Caracas": el tiempo, el frío me lo impidió. También me da mucho frío que ningún colega escriba sobre los orígenes de la empresa Eulen, esa cuyos trabajadores la están montando en el aeropuerto de Barcelona. Ni tampoco escriban cuál es la razón por la que el ministerio del Interior no ha enviado desde el primer día a la guardia civil a los puestos de control: es su obligación, la seguridad del lado aire, como lo es de la policía nacional o de las autonómicas, la del lado tierra. Nadie escribe sobre eso y habría mucho que escribir. Lo de Eulen se remonta a Aznar, cuando era presidente de la junta de Castilla-León. Pero los profesionales del periodismo tienen memoria de pez, o sus editores cabeza de dinosaurio.

Asís, Paco y yo también brindamos con frases eternas ("no eres tú solo") consignas ignotas ("y sin volver jamás la vista atrás") y recuerdos a Shackelton y a sus compañeros de supervivencia. Algunos somos nostálgicos antes de haber tenido edad para ello, y así de felices somos. "Mira, esa es la Cruz del Sur" y empieza una historia de amor. Vuelve el frío, y no hay camelias. Sale el sol pero te engaña, porque al final se esconde entre las nubes. Frío al atardecer, en la terraza del "Caracas", en los cantones coruñeses, en la Toja. "Sempre en Galiza" (Castelao).

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