Cuando Ciudadanos pactó entrar en el gobierno de Orihuela sabíamos perfectamente lo que queríamos para nuestra ciudad, porque siempre dijimos qué creíamos necesario: vertebrar la ciudad, unificarla respetando su diversidad y hacer un reparto del gasto y de la inversión públicos en base a los criterios de necesidad y perspectiva, es decir, solucionar los problemas de mañana, no solo los de hoy.

Orihuela es una ciudad tridimensional: casco, pedanía y costa. Pero no es una «pluriciudad» ni una ciudad de ciudades, lo que podría afirmar hoy sin pudor Carolina Gracia en su más que seguro e interesado tránsito del susanismo al sanchismo en su partido. Tampoco somos un experimento de laboratorio pseudo progresista como querría Carlos Bernabé, capaz de pretender hacer volar a una piedra diseñándolo sobre un papel, diga lo que diga la física. Somos una ciudad que requiere de un nuevo modelo de gestión administrativa, la que ningún alcalde o alcaldesa de Orihuela, hasta el momento al menos, ha querido poner en marcha. Pero este cambio empieza a dibujarse con los presupuestos de 2017 y con Ciudadanos en el gobierno local.

Ese modelo pasa por modernizar la Administración local y reconocer que somos una sola ciudad en la que tan oriolano es el que vive en la avenida Teodomiro como en Barbarroja o en Campoamor. Donde todos merecen la misma atención de su Ayuntamiento y donde los servicios municipales han de prestarse en igual calidad al vecino, al margen del sistema de gestión por el que se opte. Pero al mismo tiempo desde Ciudadanos hemos exigido que el Ayuntamiento deje de duplicar y solapar actuaciones con falsas transversalidades que solo pretendían fotos de concejales de Pedanías o de Costa gestionando competencias de Infraestructuras, de Urbanismo, de Cultura, de Festividades, de Educación, o tantas otras ..., un invento para dar un sillón y un título a quienes no sabían en ese momento qué darles. Ese ha sido el gran problema de Orihuela de los últimos años y que ha provocado enfados y desafecciones manipuladas hasta proponerse secesionismos tan absurdos como imposibles.

El presupuesto de 2017 pretende sentar las bases de un proyecto de ciudad única y diversa, que debe empezar a poner en valor su centro histórico como nuestro gran motor turístico patrimonial y monumental, para lo que hace falta tiempo y, sobre todo, recursos, algo que se contempla ahora por primera vez con fondos europeos. Sólo generar nuevos recursos en el casco a medio plazo podrá permitirnos mejorar sustancialmente nuestros servicios en costa y pedanías sin tocar el bolsillo de los oriolanos, con una gestión unificada con criterios globales pero coordinados, sin dividir, sino sumando, que es la base para multiplicar el resultado. Ello, sin embargo, no impide que hayamos aumentado ya sustancialmente la dotación presupuestaria para los servicios que prestamos en la costa o que se esté actuando, y se vaya a seguir haciéndolo, en pedanías como nunca antes.

Si a ello le añadimos la determinación en desarrollar desde el ámbito local un modelo industrial de promoción de suelo para ese uso accesible desde la A7, con el convencimiento de que el futuro de nuestra zona se basa en la logística y en ser el centro del núcleo Murcia-Elche-Alicante, el resto de variables se despejarán solas a partir de otras iniciativas públicas y, las más importantes, privadas, que son el verdadero fomento del empleo y del desarrollo de nuestra ciudad y de toda la Vega Baja.

La actitud de la oposición ante el presupuesto, proponiendo ahora lo que no hicieron en el mandato anterior, resulta curiosa, cuando no indignante, porque exhibe una exigencia que esconde una incapacidad: reclamar lo que no supieron o no quisieron hacer ellos. Jugar ahora de nuevo a dividir Orihuela, en vez de unirla, es lo único que saben hacer. Pero no sorprende cuando aquí juegan a escala de lo que están haciendo en toda España. Por eso Ciudadanos no estaremos en ese juego, sino en crear ciudad, con una idea que va más allá de las próximas elecciones, simplemente porque creemos en ese proyecto y en Orihuela.