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José María Asencio

Turismofobia y clasismo

Los más humildes son el objetivo de las revolucionarias juventudes de la CUP. Quieren turismo de calidad, de ricos, negando a los pobres, a los obreros con los que dicen identificarse, el acceso al descanso

El mensaje de los cachorros de la CUP es profundamente conservador, casi elitista diría yo. Los ataques contra el turismo son selectivos, no se dirigen contra todos, sino únicamente contra los que menos tienen, aquellos que no pueden reservar un hotel de lujo y que pasan sus días de descanso con lo que le permiten sus ahorros de un año, normalmente escasos. Esos, los más humildes, son el objetivo de las revolucionarias juventudes de la CUP. Quieren turismo de calidad, es decir, de ricos, negando a los pobres, a los obreros con los que dicen identificarse, el acceso al descanso. Defienden la rentabilidad y ven en cada turista exclusivamente su capacidad económica. Cristina Narbona, cuando habla de reordenar el turismo y regularlo cuantitativamente va en esa misma dirección, pues mucho me temo que esa regulación y prohibición de acceso solo alcance a los menos pudientes. No creo que se tilde de masificador y poco rentable a quien deja fuertes sumas de dinero. Y tampoco, que la nueva izquierda y el nuevo PSOE tengan la intención de poner freno a este turismo de lujo.

La regulación del turismo que predican, pues, se reconduce a la exclusión de aquellos que no pueden acceder a los ámbitos a los que no alcanza la reivindicación, limitada a la masificación, algo ajeno a los que pueden pagarse restaurantes de postín y tours privados, así como yates de lujo, no cruceros asequibles. Muy progresista todo sin duda alguna.

Los atentados de los cachorros de esa formación extraña, se centran en atacar autobuses turísticos, que normalmente no utilizan aquellos que pueden realizar sus paseos con guías particulares o sin tener que hacer colas para subir a un medio de transporte colectivo; lo mismo sucede con las bicicletas de alquiler, nunca utilizadas por quienes disponen de vehículos de cuatro ruedas. En fin, una operación selectiva que la izquierda radical dirige contra la clase trabajadora con el silencio cómplice de la alcaldesa Colau, cuya ubicación ideológica es tan compleja, como indescifrable.

Resulta, además, que la inmensa mayoría de bares, restaurantes y negocios pequeños, viven de ese turismo mayoritario de recursos medios o bajos; ese es el sector que más ingresos y puestos de trabajo genera y el que se vería afectado por las medidas revolucionarias de estos aprendices de la reacción, que se confunde, de nuevo, con un progresismo que se ha dado la vuelta, hasta el punto de ensalzar las dictaduras y avalar los presos políticos, que no políticos presos como dijo en su día el ingenioso Garzón.

Tomemos nota, por tanto, todos de esta nueva estrategia que al parecer comparte el PSOE en el fondo, aunque no en la forma, pues los efectos de esa regulación que se propone afectarán a los pequeños empresarios y a los trabajadores de forma directa. Salvo que solo se trate, en el caso de Narbona, de lanzar cualquier cosa para captar el voto de la clase media que desea que agosto y enero no se distingan, aunque eso sí, reclamen subidas de salarios y mejoras sociales que nadie sabe de dónde van a salir si los ingresos menguan.

En fin, que estos chicos -ahora hablo de Arrán-, y sus mayores son inocentes víctimas de su ignorancia o excesivo ánimo de algarabía, sin medir a quién perjudica o beneficia su espíritu alborotador. Aunque también podría ser que tras las siglas CUP se ocultaran otros intereses, pues son tantos los favores que hacen a esa derecha a la que dicen rechazar, que es casi imposible pensar que desconocen los efectos de sus tácticas. A ver si al final son de derechas aunque no lo sepan.

En su tremenda confusión ideológica, atacan el turismo porque dicen que éste hace esclavos. Esclavos son para ellos los que viven de los beneficios del turismo y esclavos que ellos vienen a redimir, pero eso sí, sin proponer alternativa alguna para el caso de que el turismo se resienta y hayan de cerrar establecimientos que viven de esa actividad económica.

Lo que parece claro es que sus actos «rebeldes» van a perjudicar muy poco al resto de España, aunque puede y mucho hacerlo a una Cataluña que se ve con cierta inquietud y a la que solo le faltaba ser noticia por su falta de seguridad, por el riesgo de atentados a los visitantes. Poco hacen y sus actos son de muy escasa entidad, pero suficientes en una sociedad alarmada por el desvarío catalán para poner en jaque la cada vez más maltrecha economía catalana.

Antes de proponer y actuar, hay que meditar sobre lo que se dice y analizar a quién beneficia o perjudica. No me gusta la masificación, pero tampoco voy a aceptar que este país se vuelva elitista y reciba selectivamente a quien acredite ingresos suficientes para veranear con lujo. No me gusta la masificación, pero la prefiero a la aceptación de las personas según su renta. No me extraña, no obstante, que en Cataluña los independentistas solo quieran a quienes consideran a su nivel. Rechazan la solidaridad desde las alturas imaginadas en las que se creen estar. Pero, los demás, debemos ser un poco más mesurados.

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