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Arturo Ruiz

Opinión

Arturo Ruiz

Nunca a salvo

A mediados de los épicos ochenta ni el más mayor de ellos tendría 18 años. Eran pues muy jóvenes y también muy pobres y muy felices, como algún día más o menos escribió Hemingway. Podían haber muerto entonces, y algunos lo hicieron, y otros soñaban con que lo hacían imaginando que tenían varias vidas por gastar y se despertaban después temblando. Tiraban avenida de Dénia abajo con montesas, bultacos y vespinos, un ruido de mil demonios, y el mundo olía a aceite, caucho quemado y combustible. Los domingos por la mañana recorrían las calles de barrios obreros y carreteras secundarias de la Alicante que nunca salió en las guías turísticas, sin ir a ningún sitio en concreto porque no tenían un duro pero sobre todo porque no les importaba el destino, sólo el viaje, sólo la moto. Y como amaban la moto no eran macarras ni temerarios. Cumplían las normas, llevaban el casco, no se pasaban de velocidad. Pero hasta los más valientes, algunos hoy eminentes abogados o médicos -es ésta una historia real-, llevaban amuletos bajo la cazadora negra para conjurar a la mala suerte, diabólica diosa de la que dependía que no acabaran hechos trizas en el asfalto. También el héroe de todos ellos, que en aquel 84 había ganado su 13º campeonato mundial de motociclismo, creyó estar a salvo para siempre llamando a tan histórico triunfo 12+1. Fue en vano. Resultó que después de haberse jugado la vida en tantas curvas, la mala suerte lo estaba esperando agazapada 33 años más tarde mientras se divertía, maldita falta que le hacía, a bordo de un quad. Y se lo llevó para siempre.

Nunca estás a salvo.

Ángel Nieto, in memoriam.

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