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La andanada

«Pacorro» o la torería, 50 años después

Con una lesión de cervicales a destiempo que obliga a Manzanares a cortar la temporada y la ilusión de la novillería nos despierta este caluroso mes de agosto. La más inmediata de esas esperanzas, la de esta misma tarde, en la que el alicantino Jorge Rico realizará el paseíllo para enfrentarse a novillos de Los Galos junto a los madrileños Carlos Ochoa y Ángel Sánchez. Momento de reivindicación el del joven petrerense, que también está anunciado el próximo 4 de septiembre en la prestigiosa feria de novilladas de Calasparra. Esa tarde se las verá con reses de Villamarta junto al francés Andy Younes y el colombiano Jesús Enrique Colombo. Tras meses de incertidumbre y casi ostracismo, las buenas maneras y la vibración de Rico deben valerle para volver a encender la mecha de la ilusión, que tanto necesita él como la afición alicantina. También se anuncia la actuación en Madrid de Borja Álvarez para el 26 de agosto, extemporánea compensación de la empresa por haberle birlado dos años consecutivos una alternativa en su ciudad tan merecida como necesaria. Ojalá también le sirva.

Y este cinco de agosto también es fecha de efemérides. 50 años se cumplen del último paseíllo de luces de Francisco Antón Marín, ese « Pacorro» de samblasinas pasiones que, junto a Vicente Blau Gisbert, « El Tino», despertaron a los alicantinos de un letargo taurino demasiado largo. Aquella tarde de 1967 se lidiaron astados de Sánchez Fabrés y completaron la terna Manuel Benítez « El Cordobés» y Francisco Rivera « Paquirri». ¡Casi nada!

Con los años pasados ya suena casi a leyenda esa mítica confrontación entre los dos alicantinos, pero todo momento es bueno para traer a la memoria la pasión taurina más encendida vivida en nuestra ciudad, y quizá en todo el orbe taurino. A decir de diversos cronistas del siglo XX, como Ricardo García « K-Hito», la identificación y polarización que dos de los barrios más señeros de la ciudad, San Blas y Santa Cruz, experimentaron respecto a estos dos toreros se erige en la intrahistoria del Arte de Cúchares entre las más encarnizadas. «40 grados de fiebre taurina en Alicante» tituló el director de la revista Dígame el fenómeno que se vivió con aquellos dos novilleros. Actuaron por primera vez el 27 de septiembre de 1953, según relata sabrosamente Tirso Marín en la magnífica biografía del torero de Santa Cruz, y ya desde la siguiente ocasión, el 12 de octubre de ese mismo año, las «parroquias» se apostaron en los tendidos de la plaza de toros y comenzaron esa gresca que llevaría tanto calor como describió K-Hito en su crónica citada. El periodista vio con claridad que este tándem abriría las carnes y la afición a los toros de una ciudad que, como todo el país, recién se desperezaba de la dura pesadilla de una guerra civil que la había minado física y psicológicamente.

El cinco de septiembre de 1954 los dos «fenómenos» debutan con picadores en su ciudad en la despedida del mítico Paquito Esplá. La legendaria rivalidad vivió sus años más épicos desde entonces hasta el 57, temporadas en que se anunciaron juntos como novilleros hasta en una decena de ocasiones. «Pacorro» se doctoró en Murcia 6 de abril de 1958 de manos Jaime Marco « El Choni» en presencia de Manuel Cascales y ante toros de Alipio Pérez Tabernero.

Tras nueve temporadas como matador, decidió casi por completo alejarse del mundo del toro, se casó y triunfó en otras actividades económicas totalmente ajenas a la seda y el oro. Más allá del recuerdo meramente taurino, «Pacorro» encarnó junto a «El Tino», quizá por la coyuntura económica, social y cultural, uno de los hitos de la historia de nuestra ciudad en el siglo XX, y sin duda alguna el cenit en cuanto a hervidero de aficionados. De la admiración al torero de San Blas surgió una peña que llegó a contar con más de tres mil socios y que todavía hoy se mantiene viva. Y a la sombra de los dos «fenómenos de masas» surgieron muchos toreros que pusieron a Alicante en el circuito: los Caracol, Inclusero, Manolo Carrillo, hasta pasar por la culminación en Manzanares y Esplá, hasta el último José Mari Dols Samper.

50 años sin «Pacorro» en los carteles, aunque felizmente recuperado para la vida taurina de la ciudad desde que en diciembre de 2015 la tertulia taurina «Amigos de Nimes» le tributara merecido homenaje. Desde entonces, como en el pregón taurino de este año, empezamos a volver a disfrutar de su torería, y las nuevas generaciones otra vez pueden ver los andares majestuosos de aquel que, junto a su amigo Vicente, que le cortó el añadido hace cincuenta años, puso «patas arriba» a toda una ciudad. Cosas que tienen los toreros de época.

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