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Opinión

Morir sobre dos ruedas

Ocho ciclistas han tenido que morir en las carreteras de la Comunidad en la primera mitad del año para que el Consell se tome en serio el asunto y alumbre esta semana un plan de choque «estructural» para evitar los atropellos a los usuarios de las bicicletas. Plausible; nunca es tarde. Sucede que este pomposo «Libro blanco sobre la protección de las personas usuarias [sic] de la bicicleta en la Comunitat Valenciana» se anunció el jueves a bombo y platillo en el Palau de la Generalitat dos meses después del plan especial de la DGT para aumentar la seguridad de los ciclistas presentado por el ministro Zoido, que avanzaba muchas de las medidas incluidas ahora en el proyecto autonómico.

Da igual. No entraremos en la batalla del PP sobre si hay o no plagio, si existe financiación o si es únicamente un catálogo de buenas intenciones. Más allá de las disputas partidistas, la sociedad española tiene un grave problema educacional sobre la seguridad vial y el respeto al semejante.

En una de las últimas aberraciones que se cometen al volante, es bastante frecuente localizar a diario a conductores que escriben mensajes de texto en sus móviles mientras conducen. Si apartan la vista de la calzada para mirar sus pantallas, ¿cómo van a estar pendientes de un ciclista que circula a su derecha?

Es inconcebible que a estas alturas aún no figure en los planes de estudios de la enseñanza no universitaria una asignatura sobre seguridad vial, en la que se impartan valores como la prudencia y el respeto a las normas por encima de modas irresponsables como el exceso de velocidad.

Y mientras los partidos se tiran los trastos a la cabeza por el asunto y sigue habiendo borrachos y yonquis que cogen el coche, salir en bicicleta por la carretera se ha convertido tristemente en una temeridad, casi en un peligro de muerte.

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