En la década de los 70 el caso Watergate destapó los abusos de poder de la Administración Nixon, y acabó por saldarse con decenas de altos cargos en prisión y con la dimisión del propio Presidente. Un auténtico escándalo político de extorsiones, escuchas ilegales, ?ltraciones y acoso a sus opositores, que en cierto sentido nos viene al recuerdo tras leer lo publicado por INFORMACIÓN esta semana. La supervivencia política validando coartadas.

Como ocurriera con Nixon, el supuesto acceso de Bascuñana a conversaciones telefónicas denunciado por su propio compañero de gobierno (y rival político en su partido) Dámaso Aparicio, debería costarle el cargo. Y es que sólo con que parte de la información publicada fuera cierta, estaríamos ante hechos extremadamente graves.

Situación que se agrava con el empeño el Alcalde por mantener un silencio bochornoso, al más puro estilo de Rajoy, que lo dice todo sobre su concepto de la decencia, de la dignidad política y de su escaso talante democrático. Para ser alguien que se regocija tanto en el cargo de Alcalde, está manchando todo lo que éste representa.

Orihuela no se puede permitir tener un alcalde que acceda a los teléfonos móviles o a conversaciones privadas de miembros de la Corporación Municipal. Ni tampoco se puede permitir este silencio con el que intenta aguantar a ver si el verano se lleva la tormenta. Emilio Bascuñana tiene que permitir la verdad, dar explicaciones su?cientes y convincentes que alejen toda sospecha de que desde su despacho en la Esquina del Pavo se está espiando a concejales de su gobierno. Y si se niega a dar esas explicaciones (porque no quiera o porque no pueda darlas), entonces lo que tiene que hacer es dimitir, como hizo Nixon, por cierto, después de obstaculizar la investigación.

Claro que probablemente esta información sale a la luz de la mano de Aparicio (quien quizá sólo sea la primera víctima de este caso); y claro que toda esta batalla es sólo por un sillón (aquí cada uno trabaja sólo para sí mismo, porque si el verdadero problema fuera el «espionaje» de Bascuñana en el PP, la denuncia la habría formulado en el Juzgado y no sólo en los órganos de su partido); pero el caso es que, sea por las razones que sea, la noticia corrió como la pólvora y ha servido, cuanto menos, para quitarle la máscara al alcalde. Si todavía quedaba alguien con alguna duda sobre quién y cómo es verdaderamente Bascuñana, esta semana ha tenido la respuesta: una persona capaz de todo (todo es todo) con tal de salvar su sillón.

Y a estas alturas lo normal, lo decente y lo responsable por parte de los que formamos parte de la Corporación, de los que representamos a la ciudadanía en las instituciones, es pedir explicaciones, y ante su ausencia, la dimisión de Bascuñana. Lo que alguien tendría que explicar, empezando por sus socios de gobierno (Cs), si de verdad no le deben ningún favor, por qué mantienen este silencio cómplice y cómo siguen prestándose, avalando y participando de esa forma siciliana de gobernar. Cuánto mejor nos iría con menos cinismo astuto y algo más de decencia?

Mientras tanto ahí los tenemos a todos, sin pudor, vengándose mutuamente, y cobrando del erario público los sueldos que se subieron (uno de ellos desde Barcelona), sirviéndose a sí mismos en lugar de a la ciudadanía.