Víctor, mi amigo chileno, lo tiene claro y, este año veraneará -para envidia de algunos- en San Sebastián, pero no en la playa de la Concha mirando al monte Igueldo, en Donostia, sino en la plaza que lleva el nombre del santo en Orihuela. ¡Qué más quisiera él que haber «asertao» una primitiva para tener la suficiente liquidez, aparcar el curro por unos días -aunque le gusta y disfruta- y «agarrar» a su prole/tropa para enfilar hacia tierras más agradecidas -meteorológicamente hablando-, porque coincidiremos en que en «la villa y corte», por estas fechas, no hace «naica de frío», más bien todo lo contrario, hasta el punto de que el otro día, en la Plaza Nueva, vi una lagartija con gorra rapera, cantimplora y con las «paticas» delanteras -¿serán manos?- en jarra, junto a la «fuentesica» de las ranas y pidiendo limosna a los transeúntes. ¡Para mercarse un «helaico» en la Heladería Ramos! ¡Anda y anda; que no andas na!

¡Mártir, es un mártir; Víctor es un mártir! Casi tanto como el santo que da nombre a la plaza y a quien un emperador romano, Maximiano, condenó a morir «fusilao» -a «flechasos», porque Marco Polo no descubrió hasta años más tarde que los chinos fabricaban pólvora y todavía no se habían «inventao» las balas- y «to» por ser cristiano. Una dama de la alta sociedad de la época, Irene, se enteró de que el Sebas no había muerto, aunque estaba jodido -«mu» jodido y con el cuerpo «to agujereao» de tanto «flechaso»-, lo recogió, cuidó y dio cuartelillo hasta que se recuperó, pero, como el muchacho era más «cabesota» que mi abuelo Panocha, en «ves» de tirar «pa» las playas de Capri o San Remo a pillar «colorsico» o a tomarse unas cañas y mojitos, se fue a ver, «otra ves», al emperador, quien, como era más «pesao» que el «cimborrio» de un novio en celo, le volvió a condenar a muerte, pero ahora a «asotasos/latigasos». ¡Qué sádico era éste imperator romanorum! Los «asotadores» -que arreaban con el badajo en las corvas y los costillares hasta desollar al reo, que terminaba desangrándose- comprobaron que el Sebas, ¡ahora sí!, la había «espichao» y tiraron su cuerpo a un «lodasal». Sus amiguetes lo recuperaron y enterraron en una catacumba de la Vía Apia, que era como la calle mayor del pueblo, ¡pero a lo bestia! ¡Corría el año 288 y claro, en aquella época, como no había tele, la mejor distracción era ver a los leones comiéndose a los cristianos en el circo, porque eran -¡cágate lorito!- los infieles. ¡Romano, más sexo y menos joder!

Lo de los emperadores romanos era de loquero, porque si al Sebas lo cosieron a «flechasos» y luego lo «asotaron» hasta morir, a San Lorenzo, que era español de Huesca, lo frieron en una parrilla, según la Santa Madre Iglesia, un 10 de agosto del 258, que ya es tener mala leche, porque creo que habría sido suficiente con dejarlo por las calles de Roma y, a buen seguro, habría «palmao» igualmente, porque el calor, en esa fecha, sería sofocante/asfixiante; ¡fijo! Pero no, tuvieron que freir al pobre Lorenzo, cuatro días después de cargarse al papa Sixto II. ¡Qué manía con cepillarse a los cristianos en vez de hacerse unas «gallardas» a dos manos, pero, como diría Torrente, sin mariconadas, u organizar bacanales, que se les daba «mu» bien!

Mi amigo chileno, que aguanta como un mapuche o un aimara -nunca le pregunté el origen de sus ancestros- no está solo, ya que el uruguayo -no sé si charrúa o guaraní- Marcelo y Carmen, futura pedagoga oriolana, también sufren los rigores del verano en una Orihuela casi desierta que sólo recobra la vida con la caída del sol, cuando, aquellos que se han quedado en la villa y corte, salen de sus madrigueras/cubiles para «padecer» una tarde/noche más que cálida, sofocante, lo que hace que conciliar el sueño sea una quimera. ¡Ni aires acondicionados ni leches! Habrá que ver si a los inquilinos de la Casona de la Esquina del Pavo se les ocurre algo para que sus «convesinos» puedan/podamos salir a la calle sin que peligre la integridad física y no morir en el intento cuando se atraviese cualquiera de los puentes que hay en la Muy Noble, Leal y Siempre Fiel Ciudad de Orihuela.

¡Será verdad que nuestros munícipes contemplan la posibilidad de instalar pulverizadores de agua en las calles de Oleza y, así, hacer más llevadero que, por ejemplo y sobre todo, las amas de casa puedan salir para hacer sus compras! Hoy es martes y en Los Huertos puede liarse la de Dios es Cristo por el hecho de que el «jodío» calor pueda ayudar a que se produzcan alteraciones en la tensión arterial que originen arritmias cardiovasculares que pongan en peligro a quienes, como cada siete días, van al «mercao». ¡Lechuga fresca! grita un mercader desde su puesto. ¡Y una mierda! Sería fresca cuando la cogieron ayer en la huerta, pero ahora, en el pueblo y a «forrentaitantos» grados a la sombra, tiene de fresca lo que yo de fraile capuchino, con hábito «amarron» y «to». Lo dicho, ¡Orihuela, en estas fechas, es peligrosa; vamos, como veranear y no morir en el intento! ¡Válgame el Señor! ¡Patrimonio de la Humanidad!