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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Inseguridad en educación

Suelen ser frecuentes los excesos políticos ideados con aparente genialidad, pero, para nuestro pesar, lo son más en el ámbito de la educación, espacio en el que el ingenio se desboca y los precursores ideológicos de las sensibilidades y la formación únicas, refractarios al pluralismo y la libertad, incurren con mayor frecuencia en el irresistible deseo de imponer un pensamiento excluyente, sin distingos entre unos u otros en este ámbito delicado.

Todos recordamos todavía el esperpento de la Educación para la Ciudadanía en inglés traducido simultáneamente en clase por un profesor agregado al aula. Una broma irreverente con el alumnado que se planteó como oposición a una medida legal, aunque no fuese compartida. Que la asignatura no fuera un ejemplo de neutralidad tampoco permitía incurrir en el ridículo absoluto y en el mal gusto. Faltó respeto a las formas y hubo excesiva sobreactuación.

Pero, todo sigue igual y mientras la educación bate records de ignorancia en la siempre conocida como cultura general, nuestros representantes no cesan de insistir en asuntos que enfrentan, pero que poco aportan a la formación de unos jóvenes que aguantan desde Primaria a la Universidad todos los inventos y conflictos que crean quienes viven con pasión la política como espacio de identificación y descubrimiento personal. Desde el valenciano como arma, a la religión obligatoria, terminando en eso que llaman Bolonia y que constituye otro método de control y unificación de las ideas de alumnos y profesorado.

Marzà, en lo que hoy toca, no puede seguir en la Conselleria de Educación tras los reveses sufridos en los tribunales. No solo hay que dimitir por corrupción. La dimisión es obligada cuando las decisiones polémicas que enfrentan al colectivo educativo en todos sus niveles son revocadas judicialmente una tras otra, generando inseguridad y conflictos que empobrecen la enseñanza y fomentan malestares incompatibles con el sosiego que exige la educación.

Lo del valenciano, tal y como se planteó era manifiestamente ilegal. Como dice el TSJ, una cosa es la discriminación positiva -aunque no deja de ser discriminación-, las medidas que favorecen lo que se considera desfavorecido y otra, muy distinta, una norma que roza el chantaje y que penaliza a quien no opta por lo que se impone en detrimento de lo que se quiere. Y es que no se llega a entender qué tendrá que ver el inglés con el valenciano y la razón por la cual a quien opta por el valenciano se le conceden ventajas en el idioma de Shakespeare, que se niegan a quien lo hace en favor de la lengua castellana. Era tan evidente el carácter sancionatorio, que el TSJ no ha tenido que hacer un gran esfuerzo para anular lo ilícito. Y por el mismo camino van otras de las medidas de este conseller que, mientras tanto, poco hace en favor de la educación en sus términos ordinarios y generales. Y eso es lo difícil, caro, pero urgente. Que sea valencianista o poco partidario de la educación concertada me parece bien; pero que considere heroico infringir la ley, impone una reflexión profunda en un país democrático. Y Oltra ha de meditar sobre sus palabras y no aparentar posibles desobediencias judiciales. No solo es el fondo, sino la forma lo que debe cuidarse.

Este diario, siguiendo lo que ya parece haberse instalado en la sociedad de la comunicación, presentó una encuesta a sus lectores preguntando si estaban de acuerdo o en contra de la sentencia del TSJ. Dos cosas son importantes. La primera que la Justicia, aunque emana del pueblo, se dicta por los tribunales afortunadamente, de modo que es irrelevante el resultado, que ni quita ni pone, ni resta ni suma responsabilidad o irresponsabilidad en la actuación del conseller de Educación. La segunda, que este tipo de encuestas se mueven más en el terreno de las filias y fobias, en el de la disciplina de partido o en la simpatía ideológica, que en el de la ley, lo único determinante en una sentencia que podría traducirse en prevaricadora si se antepusieran estos criterios al de la primacía de la ley en un Estado de Derecho. Un pequeño detalle sin importancia parece ser propiciado por la ceguera de la lealtad a las siglas y la tendencia a las sociedades de pensamiento único. Y es que con seguridad, la inmensa mayoría ha votado a ciegas, pues muy pocos habrán leído la sentencia. Un acto de fe, pues, de los votantes que priva a su voto de toda calidad. Estoy seguro de que si mañana el conseller ordena que el tailandés sea lengua vehicular en estos lares y los tribunales anulan la decisión, una similar mayoría y minoría se pronunciaría a favor o en contra de la lengua oriental.

Termino pidiendo a los responsables educativos que regresen a su labor, lo general y que mediten sus decisiones antes de adoptarlas, evitando enfrentamientos en la educación. Hay cosas con las que no se juega y el que mal anda, mal acaba. Buen verano, señor Marzá, y relájese.

Nota. Ha fallecido Pepe Beviá. Maestro de vocación. Político de servicio. Amigo de corazón. Imposible llenar el hueco que deja. Descanse en paz.

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