A la hora de buscar culpables a la insólita situación en la que se encuentra el PP de Orihuela en la ciudad más importante en que gobierna de la Comunidad Valenciana, la lista de posibles candidatos podría ser muy larga. Desde el que se ha dedicado a dinamitar la situación, al que ha pasado de largo y no ha tendido puentes a sabiendas de lo que había en juego no era el ego de cada uno, eran las siglas de un partido que lo ha pasado muy crudo en este municipio y que se decía en franca recuperación. La imagen que está dando es de fracaso de puertas adentro, de no ser este el grupo idóneo de concejales que pretendía ser la renovación y la solución a los males de la mala gestión que lleva dos años achacándole al anterior alcalde, a Monserrate Guillén y a los que fueron sus socios, los socialistas. Pero quizá lo que más duela es que el alcalde Emilio Bascuñana no ha sido la persona capaz de conseguir hacer olvidar a Mónica Lorente hasta convertirla en parte del pasado y eso que está bien retirada. Lo ocurrido esta semana, que ya les adelanto que no será lo último que van a leer porque el regidor está bien atado al sillón como si con él no fuera la cosa, tiene parte de su origen en ese pacto con Ciudadanos y en la necesidad que ha tenido desde comienzos del mandato de negociar con un partido que su único objetivo real siempre ha sido hacerse un hueco decisivo en el Ayuntamiento de Orihuela a costa del PP y desde hace casi dos décadas... ¡Yaaaa!, el partido de Albert Rivera tiene bastantes menos años, pero las personas que compraron la siglas en Orihuela -permítanme cariñosamente esta expresión, pero es que con un puñado de cuotas pagadas se hicieron en una votación con la agrupación echando a algunos imberbes en esto de la política que desde sus orígenes trabajaban para constituirla- son las mismas que estaban en CLr y algunas procedían de CL, pero eso ya es mucha historia, aunque el objetivo nunca ha cambiado.

Bascuñana, antes de las municipales confesó en una entrevista a este periódico que sabía perfectamente quién era Cs. Tenía razón porque en el despacho de uno de sus responsables firmó un pacto en 2012 para eliminar a uno de sus rivales en la carrera a la presidencia del PP. Un candidato curioso pues iba día sí y día también con un asesor de los liberales, asesor que ahora está en Cs y cobra del erario público gracias a la firma del regidor. Pese a conocer con quién se jugaba su futuro, Bascuñana ha ido cediendo en beneficio de su socio desde que este accedió a ponerle sueldo. Fue la única concesión real que le ha hecho en dos años y medio y, a cambio, está cumpliendo sus deseos. Curioso pacto. ¿Qué deseos?. De todo tipo pero uno de los primeros fue muy doliente para el PP. Fue una prueba de fuego porque supuso ceder en el nombramiento de alcaldes pedáneos, una de las bazas de su partido desde siempre para ganar elecciones. Y eso rasgó las vestiduras de los pata negra del PP, que sabían qué significaba, mientras a él parecía que le diera lo mismo.

Detrás de toda esta jugada de Cs está una de las persona más inteligentes y astutas de Orihuela: el abogado José Alcántara, siempre en la sombra desde hace dos décadas, quien asistía en 2015 a los mítines del entonces aspirante a la Alcaldía, Juan Ignacio López-Bas junto a José Aix, ahora coordinador local y quien pretende sustituir a Emigdio Tormo como responsable provincial naranja. Alcántara, que fue quien estaba en aquel despacho en 2012, hasta hace poco seguía figurando como apoderado de CLr.

Cs está jugando sus cartas con gran inteligencia y lleva camino de quedarse con el control del Ayuntamiento, siguiendo esa lógica innegable en la política que el objetivo no es ganar, es aplastar a tu enemigo. Alcántara ha encontrado en López-Bas a un peón excelente y de su capacidad para imponer cualquier deseo a Bascuñana les contaré una simple anécdota que cuentan ediles del PP. Esta semana, después de anunciar el alcalde que había por fin presupuestos, el portavoz de Cs le dijo que en ese borrador faltaban 100.000 euros que también le había pedido para actividades en las pedanías, dinero que no se le podía dar a Víctor Valverde (PP) porque aquello era una partida de Cultura y, la cultura, era de su competencia ( Mar Ezcurra). Si no accedía, no firmaba el presupuesto... y Bascuñana claudicó por unas migajas más en unas cuentas de 83 millones de euros que salen de la partida prevista para alguno de sus ediles.

Dos años de mandato marcados por un interventor al que culparon de todos los males y un socio de gobierno que realmente es un gobierno sin socios, junto a un alcalde que no ha sido capaz de resolver problemas y atado a esa frase-coletilla: «Eso ya lo veremos» y que desconfía de los suyos, desembocó este año en el espionaje de los whatsapps, algo que, por su gravedad y hasta que no ha habido papeles y sellos de por medio este diario no ha podido contar. Bascuñana cometió una torpeza imperdonable y a mi modo de ver tan grave que si hubiera cogido el petate (que aún está a tiempo) y se hubiera marchado a su casa nadie lo hubiera notado ni tampoco le habrían pedido que se quedara: usó esos mensajes privados de uno de sus concejales más díscolos para ajustar cuentas con todos los que en ellos aparecían criticándolo.

Y, ufano, también se lo dijo a sus concejales. Tenía pruebas de la deslealtad de algunos de ellos y podía hacer que el grupo municipal saltara por los aires. Aquello, evidentemente no lo hizo al servicio de Orihuela, que es para lo que los vecinos lo votaron, lo hizo para atemorizarles y acobardarles, para imponerse ante el desmán de su grupo y porque estaba cada vez más solo, su partido le daba la espalda por cosas como esa cesión de los pedáneos, su socio se aprovechaba de él y nadie aplaudía su gestión. Pero lo que logró con aquello fue el efecto inverso y perverso. Y al protagonista de buena parte de esa cizaña instalada en el grupo municipal, que era el propio Dámaso Aparicio, un hombre que siempre ha sabido estar en segunda linea y ser fiel al partido y no a las personas, lo convirtió no sólo en un héroe, en algo más: en el presidente local. Y esto hace tres años nadie se lo hubiera creído.

El que a la hora de escribir estas lineas Bascuñana no haya salido para dar explicaciones de un hecho tan grave como es disponer de conversaciones de compañeros, aunque sea para defenderse de la denuncia de Dámaso en la cual lo implica y que tramita el Comité de Derechos y Garantías de su partido o explicarse ante las informaciones de este periódico demuestran, una vez más, lo mal asesorado que está. Ya no sólo se está jugando su prestigio como político, se lo está jugando como persona. ¿Le gustaría al regidor que alguien utilizara conversaciones de su propio móvil sin su autorización para librar «vendettas» en un todopoderoso despacho desde el que se despide a empresas y se sonroja a concejalas?.

Los problemas de Bascuñana, como decía, comenzaron el día que le puso sueldo a los tres concejales de Cs que ni eran parte del equipo de gobierno en una prebenda típica de la política: «Estos que quiero que me voten los voy a tratar bien y a aquellos que me van a dar caña (Cambiemos, Foro, PSOE) los asfixio». Y esto es tan claro como que está entre los motivos que ha aducido Marta Guillén (Cambiemos) para dejar la política.

Y ahora que, gracias a haberse vendido a su auténtico enemigo (a Cs), tiene presupuesto (el que Cs le ha dejado), inversiones (que las gestionará Cs) y contratos (que se encargará de controlar de primer al último Cs), incluyendo algunos que se han vencido sin que extrañamente nadie diera los pasos a tiempo para su renovación, Bascuñana no sabe qué hacer y se apresta a cortar las cintas de proyectos que sus oponentes le gestionarán. Desde que abandonó la aventura de la dirección provincial de Cruz Roja y el PP lo recoló en el Hospital Vega Baja para desde allí dar su salto al cabo de unos meses al Ayuntamiento; vamos, un puente de plata, Bascuñana ha sabido gestionar instituciones privadas y públicas con más o menos éxito, pero ninguna era esta cueva de lobos que es la política en Orihuela. Ahora no sabe hacia dónde tirar. Lo demuestra el que el martes, mientras en su móvil leía cómo este periódico destapaba algo que él y todo el partido sabía desde hace semanas, pedía al comité ejecutivo respaldo para su gestión minutos después de ser el único de los asistentes que había votado en contra de los presupuestos de su partido, un partido que vive una situación vergonzante: sin sede y con una demanda por impago de dos años de alquiler. Ahora su camino hasta 2019 ya no lo marca él, se lo marca el PP que no sabe ni hacia dónde mirar o cómo taparse de estas vergüenzas. Si hace un mes dije que todavía estaba a tiempo de cambiar y enderezar el rumbo creo que ya no. Lo único que no sé es cuándo saldrá de ese despacho de la Esquina del Pavo donde leía y utilizaba como reproche los whatsapp de un compañero.

Como pueden ver, en Orihuela todo va bien... bien para Ciudadanos.