Me imagino que no aportaré nada nuevo si digo que Pepe Beviá era un hombre bueno y cabal. Con el que se podía disentir en las cosas de nuestro viejo y nuevo partido pero con el que se podía, después de la discusión correspondiente, hablar de filosofía griega y recordar con el sabio Heráclito que nadie se baña dos veces en el mismo río porque ni el río ni uno somos ya lo mismo.

Conocí a Pepe hace un millón de años cuando me tocó como profe de Latín en el Jorge Juan. Un profesor que no llegamos a disfrutar porque acababa de ganar su cátedra en Vigo y no tuvo apenas tiempo de saludarnos. Luego, en las primeras elecciones de 1977, se presentó como candidato al Senado por el PSP de Tierno Galván y uno, en pleno uso de mis facultades mentales y políticas, le voté aunque no iba en la candidatura unitaria que proponía mi partido, le voté como lo hice con J ulián Andúgar y José Vicente Mateo. Y no me arrepiento de aquella decisión. Muchos de los que escriben en estas páginas loarán y contarán mejor los innumerables méritos que Pepe atesoró en su vida profesional y política. Yo, como modesto homenaje a él y a su amada Maribel, con la que tanto quiso, tan solo deseo contarles que cuando hace poco me enteré de la gravedad de su situación a través de la llamada de un compañero, me apresuré a ponerme en contacto con él. Estaba desanimado porque la enfermedad, esa que tanto se ha cebado en la familia Soler últimamente, lo tenía cercado. Me contó que sus hijas estaban haciendo una labor encomiable y que, a pesar de todo, iba a hacer lo imposible por salir del trance. Unas semanas después cayeron en mis manos unas fotografías en las que Pepe aparecía en el Comité y en la Ejecutiva Nacional del PSPV y se las mandé para que se animara viendo a tantos viejos rockeros. Ya no me respondió. Lo hizo una de sus hijas diciéndome que Pepe agradecía las fotografías pero que se encontraba «totalmente derrumbado» y que, eso sí, me mandaba un abrazo.

Hoy, a la llamada de Juan Ramón Gil para pedirme que escribiera unas letras sobre Pepe, se ha sumado el escueto y sentido mensaje de su hija Maribel anunciándome la mala nueva. Y lo siento profundamente.