El proyecto de gestión estratégica Elx 2030 es, sin duda, una buena iniciativa ya que, como escribía en este mismo diario el pasado domingo el alcalde de Elche, Carlos González, «pretende ir conformando un modelo de ciudad que permita afrontar los principales retos urbanos de nuestro municipio». Este plan deberá culminar con la presentación de la candidatura de nuestra ciudad al premio Capital Verde Europea 2030, galardón que hasta el momento sólo una ciudad española, Vitoria, ha obtenido en 2012 y que, desde su creación en 2010, ha reconocido la gestión sostenible de ciudades como Estocolmo, Hamburgo y Copenhague, entre otras. Este premio es un reconocimiento a aquellas ciudades que destacan y son, pues, un modelo para otras de gestión en todos sus ámbitos, lo que revierte, como resultado y fin último, en la mejora constante de la calidad de vida de sus ciudadanos.

Si tenemos en cuenta los altos estándares de calidad de las ciudades galardonadas, vemos hasta qué punto se trata de una empresa difícil y ambiciosa. Al mismo tiempo, sin embargo, resulta motivadora, en tanto que es una oportunidad para transformar nuestra ciudad, siguiendo el modelo de aquellas ciudades donde las infraestructuras y servicios nos ayudan a sobrellevar mejor la, algunas veces, pesada carga existencial.

No es lo mismo volver a casa después de un día infernal, jugándote la vida por el carril bici, mientras intercambias maldiciones con algunos conductores; que con un agradable, seguro y despreocupado paseo sobre dos ruedas. No es lo mismo vivir en una ciudad diseñada y gestionada a la medida del hombre, que a la medida del coche, del ladrillo, del asfalto y, en definitiva, a la medida de los intereses de unos pocos.

Pero, bajemos a la tierra o, en algunas ocasiones, a los infiernos de la realidad. Aunque aplaudo la iniciativa desde que se anunció, sigo a la espera de concreciones, de la implementación de todas aquellas medidas sobre las que se va a articular el modelo de ciudad para transformarla en una ciudad antropocéntrica. Sé que me dirán que todo a su tiempo, pero, llámenme incrédulo: si no veo, no creo, al menos, políticamente hablando. Y en estos últimos dos años debo estar ciego, porque no veo significativas transformaciones.

Sólo hace falta visitar alguna de las ciudades que han sido ya galardonadas, para darnos cuenta de la importancia que el transporte sostenible tiene en ellas: transporte público y en bicicleta. No merece la pena coger el coche para desplazarse por ellas y, en algunos casos, es hasta imposible. En este sentido, como se ha venido denunciando por muchos colectivos, Elche sigue teniendo un deficiente sistema de carril bici. Le pregunto a Esther Díaz, regidora de Movilidad Urbana, con la que comparto absolutamente la opinión sobre la importancia de mejorar integralmente la red de carril bici y, en general, la movilidad sostenible: ¿Qué han hecho en estos años de gobierno a este respecto para hacernos creer que va a cambiar a partir de ahora? ¿Por qué no se ha realizado antes? ¿Tenemos que esperar al 2030? En estos momentos, circular por Elche en bicicleta es, en la mayoría de los casos, una actitud, cuanto menos, heroica. La bicicleta no será un medio de transporte mayoritario hasta que no sea completamente seguro para ciclistas y peatones, y sea más eficiente y rentable que coger el coche. El transporte sostenible es incompatible con la priorización de la circulación del automóvil sobre los demás medios, como ocurre ahora y, sintiéndolo mucho para los políticos, requiere de valentía y de grandes dosis de pedagogía, pues los beneficios son a largo plazo, resultando incompatible con la visión cortoplacista de la política.

Quisiera, además, llamar la atención sobre otro aspecto de la movilidad sostenible en nuestra ciudad. Dos de los momentos más problemáticos en la circulación de la ciudad se producen coincidiendo con la entrada y salida de los centros escolares. El transporte de los escolares resulta, además, crucial desde el punto de vista pedagógico, pues están adquiriendo hábitos que, más tarde, desarrollarán como ciudadanos activos en su vida adulta. Aprovecho esta atalaya mediática para sugerir que en ese plan estratégico incluyan como elemento prioritario los Caminos Escolares Seguros que, promovidos por la DGT, algunos ayuntamientos como Córdoba, Barcelona, Terrassa, etc., están poniendo en practica de distintas formas con éxito. Es una manera de que los alumnos de todas las edades recuperen la calle, el espacio público, adquiriendo el hábito de ir al colegio a pie o en bicicleta por rutas predefinidas y debidamente vigiladas, sin ser acompañados necesariamente por los padres. Los ayuntamientos diseñan y gestionan esas rutas junto con los centros escolares para que a las horas de entrada y salida sean las vías de tránsito de los alumnos con puntos de parada y recogida, donde los padres pueden dejar y recoger a sus hijos al paso de la comitiva acompaña por adultos y supervisada por la Policía Local. Es una forma de adquirir hábitos saludables y de extender la responsabilidad social de la educación para provocar ese cambio de mentalidad tan necesario.

Son varios los indicadores que se puntúan para la obtención de este galardón además del transporte, como el uso sostenible del suelo, las áreas verdes urbanas, la calidad acústica, la naturaleza y biodiversidad, etc. Como vemos, la sostenibilidad en todos sus ámbitos. Es decir, la capacidad para que las ciudades satisfagan las necesidades de su ciudadanos con los recursos de su entorno sin poner en peligro los recursos de las futuras generaciones. ¿No resulta contradictorio este concepto de sostenibilidad y, por tanto, Elx 2030 con la respuesta contraria de todos los grupos políticos en el Consistorio ilicitano, ante el Plan de Ordenación del Litoral, Pativel, que prevé la máxima protección en el sector MR-10 de La Marina y, en consecuencia, la reducción de la edificabilidad? No poner en peligro los recursos de la próximas generaciones también quiere decir proteger y conservar el patrimonio. ¿Es sostenible desde este punto de vista el proyecto del nuevo Mercado Central?

En definitiva, si se pretende abordar con garantías este proyecto, se debe contar con el compromiso de las principales fuerzas políticas para llevar adelante un acuerdo coherente de mínimos y su inclusión en todos los programas electorales que garantice ese modelo de gestión sostenible sea quien sea el partido que gobierne. Pongámonos en marcha, ya llevamos dos años de retraso.