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Joaquín Rábago

Un escándalo que no cesa

Los abusos sexuales de menores por parte de individuos que hicieron en su día voto de castidad es un escándalo que no cesa.

El último episodio gira en torno a un famoso coro infantil, los llamados "gorriones de Ratisbona", entre los que hubo decenas de víctimas de esos y otros abusos a lo largo de medio siglo.

El período cubierto por el informe oficial de la investigación que encargó la propia Iglesia tras estallar el escándalo en marzo de 2010 va de 1945 a comienzos de los noventa, por lo que los presuntos delitos han prescrito.

Pero ello no les resta gravedad: se trata del mayor escándalo de castigos corporales y abusos sexuales- porque hay de todo- en la historia contemporánea alemana.

Según el informe, medio millar de niños o jóvenes del famoso coro sufrieron castigos corporales y de 67 abusaron sexualmente sacerdotes o profesores.

El escándalo afecta a destacados representantes del clero católico, entre ellos George Ratzinger, hermano del dimitido papa, que dirigió el coro de 1964 y 1994, y el cardenal Gerhard Ludwig Müller, que estuvo al frente de esa diócesis bávara de 2002 a 2004.

Ratzinger trató de relativizar hace un par de años lo ocurrido y se limitó a decir que sabía que se habían dado algunas bofetadas a los jóvenes, pero que no era nada extraordinario.

También el cardenal Müller, un conservador al que se acusa ahora de encubrimiento, trató de quitarle importancia al hablar siempre de "casos aislados" y denunciar una supuesta campaña contra el obispado.

Los psicólogos hablan, sin embargo, del doble trauma que suponen esos abusos para las víctimas al quebrar su identidad sexual y religiosa cuando quienes violan al menor son precisamente los encargados de su custodia.

La presentación del informe se ha producido sólo unos días después de que el Vaticano anunciara el relevo del ex obispo de Ratisbona y hoy cardenal Müller como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, puesto para el que le nombró el propio papa Bergoglio.

Hace unos días, Müller asistió en la catedral de Colonia a la misa funeral por el también cardenal Joachim Meisner, ocasión que aprovechó el anterior papa Ratzinger para enviar desde su retiro romano un mensaje que algunos interpretaron como un aviso a su sucesor.

El viejo papa agradecía al difunto que hubiese sabido resistir a "la dictadura del espíritu de la época" al tiempo que comparaba metafóricamente la situación actual de la Iglesia con un barco en medio de la tormenta y amenazado de zozobra.

Dicen quienes asistieron al servicio religioso que muchos de los presentes prorrumpieron en aplausos tras escuchar las palabras de Ratzinger, cosa que no hicieron cuando sonó el saludo de su sucesor, Bergoglio.

Entre los presentes estaban el destituido cardenal Müller y el ex obispo de Limburgo Franz-Peter Tebartz-van-Elst, obligado en su día por Bergoglio a renunciar a ese puesto por su afición al lujo y al despilfarro.

Por lo ocurrido ese día en la catedral de Colonia y muchos otros episodios, quien está en medio de la tormenta es también el papa argentino, cuyo rumbo aperturista para adecuar a la Iglesia a los nuevos tiempos muchos no perdonan.

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