Para muchas culturas del Mediterráneo, la palmera datilera simbolizaba el triunfo y la fertilidad. Era símbolo del árbol de la vida, y su sola presencia representaba para muchos pueblos la imagen de la tierra celeste debido a su crecimiento a expensas del agua, y a la abundante cantidad de dátiles que brotaban de sus ramas. En la antigüedad, esta fruta, gracias a sus propiedades alimenticias y a su alto valor energético, llegó a convertirse en un alimento básico e indispensable para los pueblos viajeros de la cuenca del Mediterráneo. Tanto fue el valor que representaba la palmera para las gentes de aquella época, que empezaron a cultivarla y a exportarla hacia otras tierras habitadas.

No podemos afirmar a ciencia cierta el origen de la palmera datilera en España. Lo cierto es que ya habitaban estas tierras fértiles antes de la llegada de romanos y árabes, como afirman algunos autores. Según estos, su presencia es posible que se remonte al siglo V antes de Cristo cuando colonizadores procedentes del Mediterráneo oriental, empezaron a establecerse en la Península Ibérica.

No obstante, existen pruebas arqueológicas que demuestran que el origen de la palmera datilera en España puede deberse a la aparición en escena de la cultura fenicia en torno al año 1.400 antes de Cristo. Lo que nos indica que todas estas culturas supieron apreciar el cultivo de la palmera datilera a su paso por la historia.

Sin embargo, fueron los árabes quienes nos dejaron el testigo del cultivo de esta imperecedera especie, formando en algunos lugares como Orihuela, grandes palmerales que suponían una fuente de suministro y desarrollo para quienes vivían alrededor de estos magníficos ecosistemas.

En la época de Al-Ándalus, existía un corredor comercial que iba desde Lorca hasta Alicante, y a su paso por la admirable ciudad amurallada de Orihuela, el palmeral de la ciudad, servía como uno de los lugares de descanso y de abastecimiento, como lo hacían los oasis africanos en, el que el viajero de a pie, podía hacer un alto en el camino para adquirir víveres y descansar a la sombra de las palmeras de este fascinante espacio natural.

La imagen con la que se nos presenta a nuestros pies El Palmeral de Orihuela es como lo hacía en el pasado. El abandono que ha sufrido durante tanto tiempo y que perdura hasta nuestros días ha provocado que el palmeral llegue con su forma primigenia de huerto musulmán, creado según modelos de los oasis africanos, a condición de haberse extinguido la mayoría de los ejemplares de palmeras por culpa del picudo, que bordeaban las tablas de los distintos tipos de cultivo.

Y el haber desaparecido una buena parte de terreno cultivable en detrimento de la expansión de la ciudad. El Palmeral de Orihuela que tiene una superficie alrededor de 637.400 metros cuadrados, de los cuales el 60% es público, se encuentra arropado por montañas protegiéndolo de los vientos fríos del norte, las cuales y a través de los escorreores y sanjones que lo atraviesan de un extremo a otro, ayudan a regar este hermoso huerto medieval. Junto a los antiguos baños, se encuentra el Azarbe de las Fuentes de origen árabe en el que desembocan las siete fuentes que iban desde Santo Domingo hasta la Ermita de San Antón. Esta «asequia», después de haber regado todo este paraje natural mediante un cuidadoso e intencionado sistema de riego tradicional utilizando cenias para elevar el agua, servía como un rápido desagüe natural de todo el agua sobrante procedente del palmeral y las montañas, finalmente, llegaba hasta el Segura atreves del Salto del Fraile, no sin antes regar toda la huerta que se encontraba a su paso.

Este huerto intensivo medieval está compuesto por tres capas de cultivo. La primera, formada por cultivos herbáceos compuestas por hortalizas y distintos tipos de especies para el ganado. La segunda está formada por árboles frutales como granados, jinjoleros, moreras, higueras y olivos etc. Por último la tercera capa, está formada por la especie que le da nombre a este extraordinario oasis entre montañas, la palmera.

El Palmeral estaba dividido a principios y mediado del siglo XX por diferentes tipos de fincas de explotación agrícola y de la industria del cáñamo. Entre ellas, destacaban La QB, Los Iborra, Los Verdú, Los Benito, La Saeta, La Callosina, Las Cominas, la finca del Tío Rufete, la finca del Marqués de Rafal, popularmente conocida como Los Tusos. Todas estas fincas podían diferenciarse por el tipo de vallado construido en su perímetro, dado que dependiendo del tipo de valla por el que estuviera protegida la finca, se podía intuir el poder adquisitivo de sus propietarios, siendo en algunos casos el tipo de vallado de mampostería, sarso de cañas, arromero y palmisones, los sanjones, escorreores y asequias también servían como fronteras entre fincas.

La fauna que habita en el palmeral es de lo más variopinta. Entre las especies de animales que el visitante puede encontrar a su paso por este extraordinario ecosistema se encuentra la rana, que habita en los escorreores y balsas de riego junto al fartet, pez autóctono de la zona; el erizo, el zorro, murciélagos, reptiles y distintos tipos de aves, en la cual destacaría por su importancia para los lugareños el autillo con su característico canto nocturno premonición de la llegada de la primavera, las parcelas de cultivo están bordeadas por frondosas palmeras que, en algunos casos, llegan a medir hasta los 30 metros de altura. Entre la vegetación que comparte el abundante espacio, se encuentran una gran cantidad de plantas comestibles como la esperilla, la barambolla, la rebanisa, los lisones, los serrajones esparragueras etc?

La ganadería también ha jugado un papel muy importante en la historia del palmeral. Su aportación ha sido esencial a la hora de contribuir en la limpieza y abono de las parcelas de cultivo. Los matorrales y en mayor medida, los dátiles caídos, eran la principal dieta del ganado que pasturaba por las ricas tierras del palmeral oriolano. El hecho de pasturar en estos huertos, suponía un gran privilegio para los pastores, ya que el palmeral ofrecía una importante cantidad de alimento para las cabras y ovejas que contribuían al cuidado de esta huerta tradicional.

En el palmeral bordeaba la vía pecuaria Los Cuadros. Esta pasaba por el collado del Oriolet y llegaba hasta la vecina ciudad de Murcia, la entrada de la ciudad también bordeaba el palmeral. Cualquiera que quisiera entrar en Orihuela procedente de Callosa, Elche o Crevillent, tenía que, obligatoriamente, transitar por la media luna dejando los huertos del palmeral a su izquierda, y San Antón a la derecha para encontrarse de frente con el Fuerte de Fernando VII, próximo a los baños y la finca La QB el primer lavadero público de pago en el siglo XIX, junto a él estaba la asequia La Escorrata, en la cual los menos pudientes podían lavar sus humildes ropas sin previo pago.

Su forma de media luna, su sistema de riego tradicional, su proximidad con las montañas que lo hacen único. La proximidad al complejo minero, la cercanía del entorno hernandiano y los monumentos que pueblan la ciudad, hacen que El Palmeral sea un vergel mágico de los que brilla con luz propia a los pies de las montañas, lo envuelven y lo hacen un espacio natural tan espléndido que, cualquiera que decida pasear por este hermoso paraje creerá que ha viajado al pasado.